El partido de ayer abunda en la certeza de que este Tenerife se siente más cómodo corriendo que tocando. Martí quiere que el equipo añada una cierta estética a su estilo (de contrarrestar), está intentado educar al equipo en la cultura del toque, de la elaboración y del uso de la posesión con ataques largos construidos desde el área propia, pero sin desmerecer esa buena intención, ayer quedó de manifiesto, otra vez, que este Tenerife se adapta mejor a otro estilo. Necesita hacer correr a los tres de arriba y para ponerles la pelota en ventaja se requiere una precisión en los pases que su centro del campo no tiene. Esa elección del juego masticado fue la principal novedad en la puesta en escena de este Tenerife del trivote. El equipo salió eléctrico y arriesgó con pases hacia delante, en el primero de ellos pudo marcar (3''), porque el envío de Alberto le dio ventaja a Lozano, que superó a Callens y encaró a Munir, pero remató sin mucho ángulo y el portero tapó con su cuerpo y evitó el gol. Muy poco después, el propio Lozano cayó a zona de tres cuartos, enganchó una contra y metió profundo a Omar, que entró en diagonal y remató forzado, pero sin claridad, y Munir volvió a frustrar la ocasión. Era el minuto 8 y ahí se acabó el ruido. El Tenerife tuvo el balón mucho tiempo, no lo "quemó" como otras veces con pelotazos defensa-ataque y utilizó más Aitor que a Vitolo para progresar con un buen pase, pero su fútbol fue lento, previsible y fácil de defender para un Numancia que, dicho sea de paso, es más de lo que parece, incluso tan mermado por las bajas como estaba ayer. En fases más o menos largas, el equipo soriano descansó con el balón, de la mano del buen criterio de Íñigo Pérez y Gaztañaga. El Tenerife se manejó tan bien como siempre sin la pelota, les apretó, hizo una muy buen primera defensa con los tres del medio para proteger a sus centrales y les impidió que ensancharan su ataque, sabedor Martí del peligro que tiene el rival por los costados, en especial por el izquierdo. Una muestra de ello fue la ocasión del partido, con mayúsculas, cuando Pablo Valcarce se fue de Cámara mano a mano y la puso en bandeja en el área pequeña para que Alegría marcara a placer, pero a su remate respondió Dani Hernández con una parada que vale un punto. El Estadio coreó el nombre del portero. Tras el descanso, el partido mantuvo las mismas señales que antes, hasta que Martí decidió agitarlo. En el 68'' descompuso el trivote, que en sí mismo es contradictorio con la idea de jugar tocando, quitó del campo a Aitor para quedarse con los dos más defensivos (Alberto y Vitolo), y liberar de esta manera a los cuatro de arriba, porque con la inclusión de Nano el equipo jugó un 4-2-4. El recién entrado enganchó por detrás de Lozano, pero cargó luego en un uno contra uno con los dos centrales. Nada más pisar el campo Nano encendió la antorcha: le abrió una línea de pase a Suso, que jugó profundo con él y lo dejó ante el portero. Nano disparó en lugar de ponerla en el medio y Munir rechazó evitando el gol. La jugada tocó la fibra del Heliodoro, que se metió de lleno en la causa y el Tenerife recogió el guante, tan intenso como antes, pero más cómodo, más suelto, atacando con todo, como cuando Alberto pisó el área y disparó cruzado sin rematador. O cerca del final (85''), cuando Suso se fue hacia el portero y acabó derribado sin la sanción del árbitro, en un penalti claro que pudo haber hecho justicia. El Numancia fue haciendo cambios de refresco, y se encomendó a la resistencia de sus centrales, que habían empezado blandos y acabaron como jabatos. El equipo soriano hizo lo posible por simular faltas, parar la avalancha local y buscar el empate a duras penas. La sensación al final es que al Tenerife le faltó tiempo. No deja de ser un espejismo, porque en realidad le sobró más media hora de toque manso. Lo suyo es correr.