No cabe duda de que el CD Tenerife continúa pagando su lamentable inicio de temporada a la hora de hacer un gran e ímprobo esfuerzo para engancharse a los puestos de honor de la categoría, aquellos que dan derecho a tener el premio final de luchar por el ascenso. Porque ahora hay una evidencia numérica y de sensaciones: El Tenerife de Martí está al nivel de los mejores conjuntos de Segunda, y no solo compite ante ellos de tú a tú, sino que es capaz de minimizar a rivales de la talla de Leganés, Zaragoza u Osasuna, solo por citar a los tres más recientes que se han topado con la escuadra de Martí. Dicho lo cual, queda claro que a este Tenerife le va a faltar margen para estar en el grupo de los elegidos para el objetivo final. Otra cosa es ver cómo ha crecido este Tenerife desde que Miguel Concepción liquidó a Raúl Agné y confió al dúo Martí-Rivero la conducción del equipo. Con casi una vuelta completa desde la llegada del balear, la metamorfosis ha sido absoluta, y de eso tiene buena parte de culpa la minuciosa planificación de cada partido que hace el cuerpo técnico blanquiazul. Sin ir más lejos, en Pamplona el CD Tenerife se volvió a comportar como un bloque sólido y concediendo mínimas opciones a su rival para perforar la portería de Dani Hernández, otra vez a cero ante un oponente de la talla del navarro. De entrada, en un casi repleto estadio El Sadar, los blanquiazules apostaron por el mismo patrón que la semana anterior ante el Zaragoza, con mucha movilidad arriba de los cuatro jugadores más adelantados. Suso empezó con libertad en todo el frente de ataque mientras Javi Lara se arrimó algo a la banda izquierda, desde donde intentaba asociarse con Omar Perdomo y Saúl García, que se asomaba por su lado con asiduidad. Por su parte Nano peleaba como en él es habitual con los zagueros navarros. El partido, competido y equilibrado en los primeros 45 minutos, tuvo escasas aproximaciones peligrosas para las porterías de Nauzet Pérez y Dani Hernández, a excepción de los últimos cinco minutos del primer tiempo, cuando Osasuna apretó un poco más. La seriedad de un Tenerife macizo e impenetrable evitaba que el equipo pamplonica tuviera opciones de generar acciones de ataque. Únicamente el ímpetu del joven Alex Berenguer por la izquierda traía algún sobresalto, pero sin mayores complicaciones. De Las Cuevas y Roberto Torres, los cerebros de los locales, no podían maniobrar con precisión gracias a la gran labor de contención de nuevo de los dos mediocentros tinerfeñistas. Vitolo y Aitor Sanz mandaban en la parcela ancha y cubrían el territorio defensivo, liderado por una pareja de centrales que no titubea. Germán y Carlos Ruiz se han convertido en dos defensas infranqueables, despejando y cortando todo lo que les llega por su radio de acción. El Tenerife no sufría, pero tampoco mordía, convirtiendo la contienda en una especie de pacto de no agresión hasta bien entrado el primer tiempo. De lo que adolecía el equipo insular era de continuidad en su juego ofensivo, marcado por las prisas y la falta de paciencia para elaborar un poco más. Por eso, en partidos como el de ayer hay que pedirle a Javi Lara más. Su intermitencia inicial acabó por hacerlo prácticamente invisible, donde el juego directo le perjudicaba notablemente a la hora de aparecer en el partido. Con todo, el combinado local apretó del minuto 40 al 45, cuando un disparo de Miguel De Las Cuevas desde la frontal del área hizo intervenir a Dani con una estirada sensacional desviando el balón a córner. A renglón seguido llegó la oportunidad más clara, cuando Urko Vera se quedaba solo delante del meta tinerfeño, pero Carlos Ruiz se cruzó a tiempo de quitarle la pelota y desbaratar la ocasión. Osasuna se creció pero el pitido final frenó su embestida justo en el momento preciso para los intereses del CD Tenerife. En la segunda mitad fue cuando llegaron las ocasiones más claras para ambos equipos. Omar, con un disparo alto, y Olavide por parte rojilla, pudieron romper el empate, pero el partido caminaba hacia el cero a cero final, con un Tenerife cada vez más agazapado atrás y un Osasuna con garra pero sin claridad, que firmaron tablas que dejan a los tinerfeños en zona templada con la certeza de que pesa demasiado el mal arranque liguero.