Si no lo han cambiado, que ahora se modifica todo, uno de los principios básicos que establecían las reglas de la Asociación Internacional de Boxeo Amateur (AIBA), el organismo más sólido y veraz en su especialidad, decía, textualmente lo siguiente: "El fin de este deporte es que los participantes intenten ganar gracias a su habilidad técnica y no ganar por un fuera de combate rápido".

Y hemos recordado esta regla de oro porque en la tercera jornada del Torneo Internacional Boxam, correspondiente a la ronda de semifinales, y de los diez púgiles españoles que tomaron parte en la citada etapa, solo tres, solamente tres de los diez mencionados, salieron a "pelear" y no a "boxear", que son dos verbos muy diferentes en el pugilismo.

Moya, tranquilidad y estilo. De los tres que, a nuestro juicio, se "salvaron de la quema", uno de éstos, el peso medio Francisco Moya, fue el único que, desde el toque inicial de gong, lució la guardia establecida; fue el que implantó cierta precisión y el que, con tranquilidad y estilo, intentó por todos los medios cultivar su guardia. Nunca "se tiró al vacío" y siempre midió sus evoluciones. Tuvo como rival a un púgil más experimentado y potente. Pero Moya jamás se arredró ni perdió la figura que le caracteriza. Ambos fueron protagonistas del combate más competido y vistoso de estas semifinales.

Un combate "de guante blanco". El otro púgil español que salió a boxear y no a pelear fue el veterano Kelvin de la Nieve, uno de los puntales más sólidos que en la actualidad posee el boxeo amateur español. Desde el inicio se comprobó que el dominicano-español iba a respetar las distancias tan amplias que mantenía con su oponente, el isleño Sandro Moreno. Antes se decía que lo visto era un "combate de guante blanco" y, hoy, se puede interpretar como un puro entrenamiento con público en las gradas...

Y nos queda, de los tres, el superligero Johann Orozco, un zurdo con cierta precisión que, con técnica, frenó los descontrolados ataques de un contrincante duro, difícil y correoso.

Escaparate de irregularidades. Del resto de los púgiles españoles, y de forma sinóptica, añadir que el moscaligero Martín Moreno fue, pura y exclusivamente, en busca del contragolpe; el mosca Gabriel Escobar mostró tanta movilidad como imprecisión; el superligero Sebastián Mendizábal resultó lioso y desordenado; y giraba en torno a su rival con los guantes pegados a sus rodillas...El peso medio Cyrano Lorenzo evidenció su inmadurez y recibió una lección de lo que puede hacer la experiencia cuando el contrincante es inferior en estatura y envergadura. El de Fuerteventura no debe desanimarse. Ni tampoco el tinerfeño Romén Marrero, semipesado, al que hay que recordarle que con los guantes pegados al rostro es difícil superar al rival y, sobre todo, cuando éste le supera, y con holgura, en veteranía. Y nos queda otro semipesado español, Alejandro Camacho, un zurdo sin apenas línea de combate, alegre y desarbolado, que durante los tres asaltos fue un ferviente seguidor del "toma y daca", que hace vibrar a determinado sector de público pero que no mueve las cartulinas de los jueces.

Los mejores, los rusos Agafonov y Pert. De los púgiles extranjeros nos quedamos con los soviéticos Agafonov( peso medio) y Pert( semipesado). Bien es verdad que tuvieron como rivales, respectivamente, al majorero Lorenzo y al tinerfeño Marrero, ambos neófitos ante ellos pero, a pesar de todo, no podemos ocultar sus valores boxísticos. Agafonov fue muy preciso y combinó una gran variedad de impactos; y Pert, pese a ser inferior en estatura y envergadura, dominó por experiencia y técnica sin apenas inmutarse.