Fue el combate que concitó más tensión en estas finales del Boxam, que se ha venido escenificando, con una extraordinaria organización y puntualidad, en el Pabellón Quico Cabrera. Y merece renglón aparte. Nos estamos refiriendo al que enfrentó al chileno-español ensolerado en Tenerife, Villamur Romero, con el moscovita Babaer.

Hacía tiempo que no presenciábamos el despliegue de iniciativa y combatividad que, desde el primer momento, ejerció el de la Unión Soviética ante su oponente. El tren de lucha del ruso fue atosigante , de auténtica pesadilla, sin un solo respiro. Villamur, inferior en estatura y envergadura, a duras penas podía evitar aquella avalancha. Su talismán fue su hermética guardia pero, por ende, adolecía de eficacia y precisión en los escasísimos golpes que lanzó. Pero esta merma se vio enriquecida y fortalecida desde las gradas porque los citados y esporádicos impactos que proyectaba el púgil local eran coreados y hacían los efectos del mismísimo tambor del Bruch en las cartulinas de los jueces. De otra manera no se puede explicar que aquel inagotable acoso, salpicado de la escasa precisión que se apreció en el combate, se viera sentenciado en el veredicto final, dándole la victoria a un rival cuyo principal mérito estuvo en defenderse e, insistimos, fortalecido por los frenéticos aplausos que le dedicó el numeroso público que había acudido a esta cita.

No debemos engañarle. Evidentemente, en Villamur hay un peso welter con grandes posibilidades. Tiene reflejos y rapidez. Y en esta ocasión nos demostró que no se achica ante un alud de golpes. Pero no debemos engañarle. Su rival lo aventajó en combatividad, iniciativa y eficacia en los nueve minutos de contienda. Por eso nos sorprendió que le izaran el puño de vencedor.

Otro resultado polémico. Jueces y directores de combates. Como igualmente nos sorprendió que al peso gallo español, José Quiles, se le declarara derrotado ante el azerbaiyano Elvin. Y nos disgustó tal situación porque Quiles nos había convencido con directos de izquierda que llegaron muy nítidos al rostro de su contrincante, un zurdo desordenado en sus ofensivas y que se cansó de golpear en los guantes del hispano, con potencia, eso sí, que fue, posiblemente, el galardón que premiaron de manera tan injusta como inesperada, unos jueces que, por cierto, y en líneas generales, y no hay que olvidarlo, dejaron el sello de competencia e imparcialidad a lo largo del torneo. Lo que sí resultó impecable fueron las actuaciones de los directores de combates; entre ellos se encontraba la tinerfeña Raquel Torres, la primera fémina isleña que logra una titulación internacional boxística. Todos ellos fueron coordinados por Gabriel Esquinas , un prestigioso referente en el pugilismo amateur español.

Dos finales entre compañeros de equipo. Fue una lástima que los dos púgiles españoles más importantes del momento, el grancanario Samuel Carmona y el dominicano-español Kelvin de la Nieve tuvieran, en las finales, y como rivales, a compañeros de la selección nacional, como Molina y Escobar, respectivamente. No obstante pudimos apreciar en Carmona- que prácticamente tiene un pie en las Olimpiadas de Brasil- sus reflejos, su cintura y su rapidez y, en Kelvin, lo que siempre le ha distinguido, su habilidad, sus desplazamientos y, sobre todo, su dominio en la distancia por su privilegiada envergadura, que la sabe aprovechar al máximo. También hay que destacar las excepcionales condiciones físicas que posee el grancanario, siendo un moscaligero parece un ligero.

A pesar de todo lo dicho, en ningún momento, tanto Molina como Escobar, se desanimaron. Todo lo contrario: se emplearon a fondo desde el principio al fin. Y evidenciaron un notable fondo físico y una encomiable preparación. En superligeros, el francés Anzile fue de los pocos púgiles que en estas finales supo sacar partido de su aventajada envergadura ante Orozco que, aunque combativo, luego resultó embarullado y desorientado.

El "toma y daca" y sus afines. El resto del programa nos pareció endeble. Se impuso mucho más el ímpetu y el corazón que la técnica y el estilo. Salieron más a "pelear" que a "boxear" y cuidado que hay diferencia entre estos dos verbos. Y se enzarzaron a golpes los semipesados Camacho y Pret; y prodigaron el espejismo del "toma y daca" los pesos medios Kamram y Agafonov. En pesos pesados, el español Saavedra, que en otros combates había lucido el valioso directo de izquierda, ahora, frente al ruso Sergey, que era tan alto como lento, se olvidó por completo de sacar su blasón preferido. En superpesados, el tinerfeño Cristian Felipe, vivaracho y ligero, se olvidó de mariposear, de girar y girar, frente a una torre moscovita llamada Magodev, tan cansina como poderosa, que telegrafiaba sus golpes.

Un torneo sin lesiones. Como colofón a esta XXX edición del Torneo Internacional Boxam, que por cuarta vez tenía por sede a Tenerife, añadir que en los 36 combates que se celebraron, solo en una ocasión subió el médico al cuadrilátero para atender una herida, la pequeña hemorragia nasal que sufrió, sin complicaciones, el soviético Babaer. Aquellos cortes en los superciliares y pómulos que tantas esperanzas truncaron, parece que han pasado a la historia en el boxeo amateur.