Antes de la irrupción del vídeo, muchas veces acudimos al doméstico Super 8 para presenciar las inolvidables evoluciones de aquel peso pesado de insólita velocidad; de aquel boxeador cerebral, científico y artístico que tan sabiamente planificaba su estrategia combativa. Era Cassius Clay. Así siempre nos gustó nombrarle. Y ahora, a sus 74 años nos ha dejado para siempre.

Salvando las lógicas distancias, que ustedes nos perdonarán, este avezado púgil nos hacía recordar, en determinados instantes, a Juan Albornoz Hernández "Sombrita", nuestro irrepetible excampeón de Europa que tantas veces, en nuestra desaparecida plaza de toros santacrucera, en veladas imborrables, vistió de cuello duro y corbata a nuestro pugilismo isleño.

Cassius Marcellus Clay. Cassius Clay, a sus veinte años y pico- y después de ganar el oro olímpico en Roma'' 60, cuando tenía dieciocho años- ya poseía en su haber, en su brillante historial profesional, triunfos ante púgiles de la categoría ecuménica de Archie Moore, Henry Cooper, Sonny Liston, Floyd Patterson, George Chuvalo, Karl Mildenberger, Cleveland Williams, Ernie Terrel, Zora Folley, Óscar "Ringo" Bonavena... Y empezó a exclamar: "No soy el más grande, ¡soy doblemente el más grande!. No sólo les noqueo, ¡ sino que escojo el asalto para hacerlo!. Soy el mejor, el más guapo, soy superior, el más inteligente, el boxeador más hábil que hay actualmente en el ring! Era, insistimos, Cassius Clay, o más completo, Cassius Marcellus Clay.

"Soy el más grande". Hace unos días , bajo la descomunal "The 02 London", la mayor estructura de techo único del mundo que, externamente, se asemeja a una gran carpa blanca, de torres amarillas de sujeción, de cien metros de altura, una por cada mes del año o cada hora de la esfera del reloj; dentro de esta ciclópea estructura, de este recinto multiuso, con una condiciones excepcionales tanto para la música como para los deportes, donde están ubicadas once salas de cine; espacios para actuaciones especiales y de ocio y hasta veinte bares; bajo esta cúpula, decíamos, está una completísima exposición dedicada a la vida de, primero, Cassius Clay y, más tarde, de Muhammad Alí, con este cartel en la fachada: "I am the GREATEST" ("Soy el más grande").

Nada más traspasar la entrada de la citada exposición, el visitante parece que ha penetrado en las míticas veladas pugilísticas del mismísimo Madison Square Garden de Nueva York porque se ha creado y respetado la habitual nocturnidad del boxeo y, a través de una modélica megafonía, el ambiente, la algarabía, los murmullos, las notas de desaprobación y los aplausos que allí gestaba Muhammad en sus noches clamorosas.

Se acercaba a la alegría del baile. Entre innumerables fotografías, entre recuerdos de su medalla olímpica en los pesos semipesados; entre fotocopias de sus primeros y millonarios contratos profesionales y, sobre todo, con la proyección, en diferentes salas, de su combates más afamados, tenemos que recordar, inevitablemente, que con sus rápidos puños y su aún más rápida boca, Alí fue una especie de superhéroe en aquellos momentos, capaz de vencer a cualquiera con sus excepcionales condiciones y es que su forma de boxear tenía algo que se acercaba a la alegría del ballet.

Su lucha contra el párkinson. En esta exposición, muy bien preparada, organizada y diseñada, soñamos en convertirnos como en unos invitados especiales del renombrado púgil que, junto a él, vamos como recorriendo los acontecimientos de su vida y su carrera desde que era un neófito boxeador en su ciudad natal Louisville (Kentucky) hasta la aludida victoria olímpica. Y nos hemos sentado simbólicamente en las primeras filas para presenciar sus proezas en Miami, KIinshasa, Nueva York. Manila... Y en el referido recinto, en el "The 02 London", con una musiquilla ambiental muy pegadiza y muy deportiva, nunca la de Bill Conti de "Rocky", Alí nos invita a visitar la Casa Blanca de varios presidentes estadounidenses y, desde allí, al Congreso para decirnos, con legítimo orgullo, las ayudas que ha tenido para defender la ley de reforma del boxeo y, de paso, para recabar fondos para el tratamiento de la enfermedad de Párkinson, que sentenció y martirizó durante muchos años a este púgil que, sobre el cuadrilátero, hizo lo que nadie había hecho ni hará, "flotar como una mariposa y picar como una avispa".

Norman Mailer, cronista y Frank Sinatra, fotógrafo. Seguimos la ruta. Y vemos programas de "El combate del siglo"; posters de "El combate de la jungla" y del "Thiller en Manila". Y estas interrogantes periodísticas y las respuestas del campeón: ¿Qué combate le puso nervioso? El de SonnyListon. ¿Cuál fue su combate más memorable? "El combate de la jungla", el que sostuve con George Foreman. ¿Quién le dio el golpe más doloroso ? Earnie Shavers. ¿Cuál fue su contrincante más duro ?Joe Frazier...

En el año 1971, concretamente el 8 de marzo, y en el Madison Square Garden, "Smoking Joe", léase Joe Frazier, le estropeó la fiesta a los partidarios de Alí al derrotar a éste en el primero de sus tres "combates del siglo". Norman Mailer hizo de cronista en "Life" y Frank Sinatra fue el fotógrafo enviado por dicha revista. También estaba Joe Di Maggio, Alan Shepard (el astronauta que jugara al golf en la Luna), Diana Ross, Dustin Hoffman, Barbra Streisand, Woody Allen y la mayor parte de la familia Kennedy. Había 760 miembros de la prensa acreditada, y se habían denegado otras 500 solicitudes; además, 300 millones de personas de 35 países verían el combate por televisión. Esto, así parecía, era algo más que simplemente otro combate de boxeo. Como se especifica en el magnífico libro "Muhammad Alí" "se estaba haciendo historia con el Alí-Frazier".

Aquella noche, en el Madison Square Garden, Alí besó la lona y perdió su imbatibilidad como profesional en su combate número 32; y Frazier conservó , al vencer por puntos, su corona universal, que había conquistado ante Jimmy Ellis, el hombre que la obtuvo después que se le retirara, en los despachos, no en el ring, a Muhammad Alí.

Más voluntad que destreza. La historia de Muhammad Alí trasciende al boxeo y al deporte en sí mismo; y como apuntan sus biógrafos "es una historia en la que la determinación y la pasión, el coraje y la convicción, son los principales personajes" Muchos aficionados desconocen que Alí era un hombre con principios y creencias religiosas muy firmes; un hombre que luchó contra los prejuicios raciales y, lo que no es menos relevante, un boxeador dotado de una inspiración divina para su deporte; un talento que raramente se ha visto antes o después de él. "Los campeones no se hacen en los gimnasios", dijo en una ocasión, "se hacen en algo interno, de un deseo, un sueño, una visión. Tienen que tener destreza y voluntad. Pero la voluntad ha de ser más fuerte que la destreza".

Atracción y repulsa. En esta "Exposición Muhammad Alí", fotos, muchísimas fotos, algunas de enorme formato; y óleos con la faz del "Pico de Louisville"; innumerables trofeos; la famosa instantánea del fotógrafo Trevor Bestli tomada desde las alturas, como desde un" dron" , de un Cleveland Williams sumido en las tinieblas; y la espectacular escultura de Andrew Edwards tomando la peculiar posición que Clay adoptó en su combate de revancha con Sonny Liston. O el guante descosido de Alí del combate que sostuvo, en 1963, con Henry Cooper.

Clay, léase también Alí, fue el mayor ego de los Estados Unidos, el príncipe del hombre masa y de los masivos medios de comunicación. "Era fascinante. La atracción y la repulsa se encontraban simultáneamente en un mismo ente. Había en su carisma la majestad de la amenaza", manifestó Norman Mailer, el mejor escritor que noveló a Alí, al igual que a Marilyn Monroe y a Pablo Picasso. Fue su trío preferido.

Su magia y su leyenda. En la citada exposición, cuyo comisario es el escritor Devis Miller, autor de "Approaching Alí", Cassius Clay, con aquellos lustrosos batines de seda, que ahora pudimos observar tras las vitrinas, aparece en sus teatrales actos del protocolario pesaje oficial donde sermoneaba, gritaba, aullaba, le sacaba la lengua al rival de turno, dominado por la angustia del terror o por una enloquecida valentía, vaya usted a saber. Así, con esta clase de verborrea, comenzaba a fraguar sus espectaculares victorias: "¡Jesucristo, los ángeles y toda la corte celestial son blancos. Superman, el Hombre Murciélago (Batman), el Hombre Araña y hasta Tarzán, son blancos. El único héroe negro soy yo", afirmaba Alí que, como musulmán, no bebía, no fumaba, ni tampoco comía carne de cerdo, ¡"por eso soy esbelto y precioso"!

Con sus combates llegaba la magia, la leyenda y los recursos propagandísticos de aquel "hombre milagro" que, a cada instante, seguía proclamando que era el único, el más grande y el invencible.

Su larga ausencia del ring. Ha sido todo un acierto traer esta exposición a Londres porque en el Reino Unido- la cuna del boxeo moderno- el pugilismo siempre ha tenido un gran prestigio y un gran arraigo. Por eso no es de extrañar que una de las secciones más concurridas sea precisamente donde se proyecta el combate entre aquel ídolo del boxeo británico, Henry Cooper y Clay, donde éste, de forma sorprendente, fue a la lona tras encajar el famoso "crochet" de izquierda del londinense , al que después traicionaron implacablemente sus débiles superciliares.

Por su posición pacifista y antibélica; por sus convicciones personales adoptó la postura de negarse a ser reclutado en las fuerzas armadas. "No tengo nada en contra del VietCong", confesó con rabia. Por todo ello y durante casi tres años, las autoridades le retiraron del cuadrilátero. Pero no oxidaron sus músculos ni su férrea voluntad como demostró en su esperadísima reaparición.

Propuesto para el Premio Nobel de la Paz

Muhammad no es solo el mejor boxeador de los pesos pesados que ha pisado un cuadrilátero- con el permiso de Joe Louis, para quien suscribe - sino es también una de las personalidades más influyentes del último siglo. Un personaje, en fin, que llegó a lo más alto en el mundo del deporte, convirtiéndose en todo un icono de la modernidad. En su día, alguien lo propuso para el Premio Nobel de la Paz... Se retiró a los 39 años tras haber librado 61 combates. Corría el año 1981.

Cuando salíamos de la citada exposición, ubicada en las cercanías de Greenwich y casi bañada por el Támesis, seguíamos recordando aquellas piernas flexibles como el bambú; aquellos impecables rectos de izquierda; aquella elegancia entre el ensogado y su peculiar e inconfundible baile sobre la lona donde, repetimos, nadie hizo ni hará lo que él hizo porque flotaba como una mariposa y picaba como una avispa.