La RFA era la gran favorita para ganar la Eurocopa de 1976. Campeona continental cuatro años antes y del mundo en 1974, se presentaba en Yugoslavia con un equipo plagado de grandes jugadores. Sepp Maier, Vogts, Beckenbauer, Bonhof o Holzenbein lideraban un renovado combinado germano que no atisbaba otro horizonte que el de levantar el trofeo de nuevo.

Holanda, la anfitriona Yugoslavia y Checoslovaquia eran los convidados de piedra del evento. Sobre todo estos últimos, que, sin embargo, dieron la sorpresa en semifinales al derrotar al equipo de Cruyff y Neeskens. Este último resultó expulsado antes de la prórroga, en la que los checos, con Nehoda y Vesely como estiletes, certificaron su pase a la final en medio de una lluvia torrencial en Zagreb.

También hubo prórroga en la otra semifinal. Popivoda y Dzajic habían adelantado a los balcánicos en la primera parte, pero cantaron victoria antes de tiempo. Algo que suele ser duramente castigado por los alemanes, que igualaron tras el descanso con tantos de Flohe y Dieter Müller, que acabaría el choque con un "hat trick" completado en el tiempo extra.

El guion iba a repetirse para los de Helmut Schön en la final. Svehlik y Dobias permitieron a Checoslovaquia lograr una cómoda ventaja. Pero Dieter Müller y Holzenbein, ya en el minuto 89, alargaron el encuentro 30 minutos suplementarios. La "bombonera" de Belgrado los vio pasar sin pena ni gloria acercando el primer hecho histórico de la noche: la Eurocopa se iba a resolver en la tanda de penaltis.

Masny, Nehoda, Ondrus y Jurkemik convirtieron para los checos. Bonhof, Flohe y Bongartz, para los alemanes. Pero Hoeness falló el suyo. Si Checoslovaquia anotaba el quinto se proclamaría campeona. Y lo hizo. Fue Antonin Panenka. Pero no fue el hecho en sí, importante por el logro deportivo que conllevaba, sino la forma de ejecutarlo lo que convirtió en inolvidable aquel lanzamiento. El balón entró suavemente por el centro de la portería, a modo de vaselina, mientras Maier se iba a su lado izquierdo impotente ante la escasa velocidad del esférico.

Su origen, dos años antes, en un entrenamiento. "Solía quedarme con el portero y nos apostábamos cosas a tandas de penaltis (cervezas, chocolate...). Era bastante bueno y casi siempre me ganaba. Una vez, por la noche, pensé en ese tiro centrado y flojo, que sorprendería al portero vencido ya a un lado", explicaba Panenka a la revista española que lleva su nombre. El futbolista, en la actualidad presidente del Bohemians de Praga, asegura haber visualizado lo que sucedería: "Meses antes de la final sabía que llegaríamos a los penaltis, que yo dispararía el definitivo y estaba seguro al cien por cien de marcarlo".

Lo inventó para batir a Zdenek Hruska, pero iba a acompañar toda su vida a Maier. "No quise ridiculizarle", se defiende Panenka, que lanzó 30 veces más de esa manera. "Solo fallé uno", presume el hombre que pudo acabar "trabajando en una fábrica" si no es por el ingenioso invento que tantos han intentado reproducir luego.