Maialen Chourraut encontró la "bajada perfecta" que llevaba buscando desde los 15 años para coronarse, a los 33, campeona olímpica en la modalidad de K1 de piragüismo slalom. Fue un triunfo hasta autoritario. Una exhibición que internamente ella y su entrenador y marido, Xabi Etxaniz, sabían que tenía dentro desde antes incluso de colgarse el bronce en Londres.

Fue la mejor sin discusión alguna y con ello rubricó, con Xabi junto al canal haciendo indicaciones; Anne, su hija; Raquel, la cuidadora de la pequeña, y sus padres, Txelo e Iñaki, en la grada.

Cuatro años y ocho días después de hacer historia con su bronce en el Centro de Aguas Bravas Lee Valley, Chourraut agrandó su leyenda y cumplió el sueño que se marcó desde que salió del Whitewater Stadium. Quería ser madre y demostrar que podía seguir siendo una campeona, que podía cambiar el bronce por el oro. Superado el susto de la clasificatoria, Chourraut cumplió el guión marcado. Quería asegurar el pase a la final, pero no marcar el mejor tiempo. En otras grandes competiciones era la más rápida en las series y luego acababa cediendo en la final. Amarró el pase sin arriesgar, aunque lo suficiente como para marcar el tercer crono.

Aventajó en más de tres segundos a la sorprendente plata, la neozelandesa Luuka Jones (101.82), y a la australiana Jessica Fox (102.49), gran favorita aquí ante la ausencia de la defensora del título, la francesa Emilie Fer.