Con su medalla de plata en la final olímpica de los 110 metros vallas, Orlando Ortega ha hecho un guiño de agradecimiento a España, su país de acogida. Nacido en Artemisa, unos 60 kilómetros al noroeste de La Habana, el nieto de la velocista Cristina Hechavarría, campeona de los Panamericanos de 1967, y de un futbolista, no empezó en el atletismo.

Arropado por la familia, a la par que aprendió a leer se hizo con los rudimentos del béisbol, el deporte más popular de Cuba, pero su talento era escaso en esta disciplina. Pasó sin debutar por taekwondo y boxeo hasta que un día, en quinto grado de primaria, se encontró con el amor de su vida, el atletismo. Su padre Orlando era un entrenador de 400 metros vallas y le transmitió la pasión al mayor de sus cuatro chicos que un par de años después comenzó a ganar preseas en los Juegos Escolares, el semillero del deporte en la isla.

En 2010 participó en los Campeonatos Mundiales Juveniles de Moncton (Canadá) y sintió, a punto de cumplir 19 años, estar cerca de un gran triunfo internacional. Pero al atacar una valla en la segunda serie de eliminatorias tropezó, quedó eliminado, y vio como la gloria se alejaba. Regresó a Cuba, se entrenó como un obseso y un año después fue bronce en los Panamericanos. Amigo de los perros, enamorado de las pistas azules como la de Río 2016, y de la música de Marc Anthony, el saltador de obstáculos maduró y a los 21 años se metió en la final de los Juegos de 2012 (terminó sexto). Meses después tomó la decisión más polémica de su vida: emigrar a España.

"No entiendo de política, he pasado muchos campamentos en España y aprendí a querer este país. Aquí tendré más oportunidades para moverme por Europa y competir contra los mejores y aquí me quedo", explicó.

Mientras esperaba la venia del Gobierno Español para vestir el uniforme de la bandera rojigualda, en la que se envolvió después de ganar plata, Ortega se convirtió el año pasado en el mejor del mundo con un tiempo de 12.94 segundos en la reunión de París de la Diamond League. Así levantó la mano como candidato a medalla en Río y se sentó a esperar. Este verano recibió el pasaporte español y lo estrenó con una plusmarca nacional: 13.04 segundos en Mónaco.

"A Cuba, a su gente y su atletismo le deseo lo mejor, pero España me lo ha dado todo y para ella insistiré hasta volver a bajar de 13 segundos.", se propuso el hombre que hizo 13.17 segundos en una final lenta que nunca olvidará. La de su primera medalla olímpica. Tras ella ha repetido una palabra hasta la saciedad: "Gracias".

"Me he dejado la piel por España"

El jamaicano Omar McLeod (13.05) era el favorito y cumplió el pronóstico, pero Ortega cumplió su compromiso: "Prometí antes de salir que iba a dar lo mejor de mí y he dejado la piel por España", comentó antes de valorar esta plata como un "oro con récord mundial". Su remontada, después de la quinta valla, le permitió acabar segundo por delante del francés Dimitri Bascou (13.24). "Al pasar la décima valla me vi en posición de medalla y me fui con todo a la meta. He pasado tres años duros, sin saber si vendría a los Juegos. Mereció la pena", observó.

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