Otro ambientazo en el Heliodoro y desde las horas previas. Ni el hecho de que se jugara en día laborable frenó a la afición blanquiazul en un día tan importante. Es verdad que se incorporó algo de gente a última hora. Más que el pasado domingo. Pero de nuevo el recibimiento estuvo lleno de colorido y ruido. Desde dos horas y media antes había gente esperando la llegada de los jugadores. Ansiaban saludarlos, tocarlos y animarlos.

De los que acudieron contra el Cádiz se lo perdieron 311. La cifra oficial de asistentes al recinto capitalino ayer fue de 21.450 espectadores. La explicación, con las entradas agotadas, es sencilla: los abonados. Los que dejaron de ir el pasado domingo "cedieron" sus entradas, que se pusieron a la venta ese mismo día. Por la premura, el club aceptó que esta vez entraran con su pase y esa opción se esfumó. Lástima. Aunque ni se notó la diferencia. Hubo mosaico de nuevo y ánimos durante los 90 minutos. Esta vez con menos miedo que contra el Cádiz.

El público pidió penalti en el primer minuto, se quejó en algunas acciones bruscas del Getafe y aplaudió cada esfuerzo extra de los suyos, dando una sonora ovación a Gaku Shibasaki cuando fue reemplazado en el tramo final. El "¡Sí se puede!" arreció cuando el árbitro había pitado el final del partido. Los jugadores se quedaron en el centro del campo, agradecieron el apoyo y se citaron para el sábado.

La única nota negativa del encuentro tuvo que ver con el fallecimiento de un aficionado de 74 años (A.M.S.), víctima de un infarto. Se sintió mal, acudió a la ambulancia desde su lugar en Herradura Baja y terminó perdiendo la vida. El asunto quedó bajo investigación judicial.