José Luis Martí no quiso tocar nada del once que le había dado la clasificación para este "playoff" final en busca de ruptura con Suso por la derecha y dos puntas que, ya en el duelo liguero del Coliseum, convirtieron la noche de los centrales del Getafe en pesadilla. Los de Pepe Bordalás, el hombre que ve Canarias tan lejos como Nueva Zelanda, esperaron en su campo. "Líneas juntas", se desgañitaba el técnico. Con la película planteada en esas condiciones, la iniciativa fue del Tenerife. A los 30 segundos dio el primer susto. Arias López, árbitro cántabro sin más aspiraciones en su carrera que pasar desapercibido unos años más y seguramente cambiarse a la tarea de informador luego, no quiso complicarse y obvió un penalti sobre Amath. Demasiado pronto, debió pensar. Fue entonces cuando braceó por primera vez haciendo ese gesto de "nada, nada, ahí no pasó nada". Lo repitió tantas veces en el partido que pudo hasta lesionarse.

El Heliodoro, con gente todavía tomando asiento después de salir a toda prisa de sus trabajos, reclamó. Sobre todo el sector de San Sebastián, que lo vio de frente. Como el asistente. ¿En qué estaría pensando Mateo Nicolás Vaquero Agama? Quedaba claro que el colegiado iba a dejar chocar, entrar duro y demás. "Nada, nada, ahí no pasó nada", repetía con su gesto de abrir y cerrar los brazos. El Getafe se sintió como pez en el agua y Cata Díaz empezó a darle lo suyo a Choco Lozano. A sus 37 años, el argentino tiene galones. Pero no debería tener bula, que es distinto. Solo Jorge Molina inquietaba al recibir en tres cuartos. Suyo fue el único tiro a puerta visitante en la primera parte: un cabezazo alto sin peligro.

Al Tenerife le faltaba el gol. Tenía el balón, tenía llegadas, pero le costaba acertar en el último pase ante la atenta y experimentada zaga azulona. Gaku Shibasaki, más intermitente que el pasado domingo, apareció justo a tiempo para ejecutar un saque de esquina a la perfección. Jorge entró a todo tren y cabeceó a la red. Era su primer gol en el primer equipo blanquiazul y se lo había vaticinado su hermano Germán horas antes: "Buen día para marcar un golito en un córner". Lo desveló él mismo en twitter. Feliz por su acierto y lo que suponía para su hermano, el jugador del Cartagena no dudó en compartirlo con una sonrisa.

El cansancio, el maldito cansancio, hizo acto de aparición en los últimos minutos de la primera parte y ya no quiso abandonar a los blanquiazules. Martí tuvo que refrescar a los suyos con Alberto, Omar Perdomo y Aarón Ñíguez. Como de costumbre, un poquito más tarde de lo requerido. Pero a tiempo para evitar males mayores. Los madrileños empezaron a tener el balón, aunque no tuvieron una sola ocasión de peligro. Dani Hernández, que desgastó los guantes ante el Cádiz, no tendrá que estrenar unos el sábado en el Coliuseum. Los de ayer le aguantan.

Emergió entonces el partido del último esfuerzo. Creció la figura de Vitolo, se vació Aitor Sanz y, cuando todo eso fallaba, Jorge y Germán. Solo hubo un sobresalto, casi al final, en una pérdida de balón de Alberto, al que Raúl Cámara le echó la bronca de la temporada. Como el profesor al alumno. El majorero agachó la cabeza sabiendo que su compañero, más veterano, tenía razón.

El lateral, por cierto, sobrevivió sin amarilla y jugará en Getafe. Las fuerzas le dieron hasta para pedir soporte al público en los minutos finales. En ellos se lesionó Cala, Bordalás pidió un penalti que no se cree ni él y la gente miró al reloj valorando ese 1-0 como premio corto, pero premio al fin y al cabo.

Queda un paso. Solo uno para ser de nuevo de Primera División. Estamos viviendo tan deprisa todo esto que cuesta darse cuenta de que igual ayer se despidió el Heliodoro de la Segunda. Que sea así. Y por muchos años.