El Tenerife está muy cerca de dar un golpe de timón esencial para su futuro. El ascenso a la Liga Santander, en estos tiempos, representa la entrada en un mundo nuevo, de riqueza económica, de gran seguimiento mediático y de infinitas oportunidades para la generación de recursos. No es un paso. Es el gran salto.

Hace unos años, con el fichaje de Cervera como entrenador, el club inició una curva ascendente que puede llevarlo hoy mismo a la máxima cota. Una vez aquí, cuesta procesar que todo está sujeto a la levedad de un simple partido, con sus accidentes y sus sorpresas, de manera que ese universo extraordinario de la Primera División va a estar cerca y lejos, en la misma medida, durante al menos una hora y media. Para el Tenerife, como para el Getafe, es una gran oportunidad, pero por más que doliera un resultado adverso, perder hoy no obligaría a desandar el camino por el que el club ha ido acercándose a su regreso a la élite. Si no es este año, será el próximo. Es un ciclo felizmente imparable. Eso da cierta tranquilidad.

En el plano corto de este día tan especial, el estrictamente futbolístico, la clave para analizar el partido de esta noche radica en el miedo con el que va a jugar el Getafe, el mismo con el que el Tenerife tuvo que sobrevivir ante el Cádiz. El 1-0 tiene un efecto mental muy influyente en los dos equipos. Al Tenerife lo libera, lo invita a ir a buscar la estocada y le hace sentir que todo tiene solución marcando, en cualquier momento, un gol. Al Getafe, el temor a que le marquen lo va a encoger, le va a quitar fiereza y decisión en la búsqueda del tanto que necesita.

Es una gran oportunidad.