El Tenerife acabará ascendiendo y lo hará pronto. No llegó hasta ahí de casualidad y lo puede volver a repetir el próximo año. Está obligado a ello. Es indiscutible que ayer se escapó una gran oportunidad y que la derrota fue una frustración revestida de un sufrimiento extremo, pero el proyecto sigue en pie. Incluso es muy mejorable con los fichajes que va a hacer el club a partir de hoy (Juan Villar y los que sigan), de manera que hay una base firme para empezar a formar una plantilla con la que atacar decididamente el ascenso desde la primera jornada de la próxima temporada, no desde la undécima, como sucedió esta vez.

No se puede pasar por esto de largo como si no hubiera sucedido, porque el golpe de Getafe duele mucho. Dejará huella para siempre. Es imposible borrar tamaña decepción, que fue mayor por inesperada, pero aún en caliente hay que intentar mirar adelante. Solo faltó un gol para ascender en este sufrido "playoff", que constituye una experiencia enriquecedora para todos, para el equipo, por supuesto, pero para el entorno también. En la vida cíclica de cada club, los momentos buenos hay que aprovecharlos y el Tenerife tiene que intentar que este de ayer sea el punto de partida del próximo intento, invirtiendo en jugadores determinantes del nivel de Amath, Gaku Shibasaki o Lozano.

Sería una crueldad señalar culpabilidades individuales en la hora de la derrota. No es esa la intención, a pesar de que la puesta en escena del equipo en el encuentro de ayer no fue la mejor posible. Martí eligió el mismo once de las semanas anteriores y el equipo entró valiente al partido, buscando el gol que se daba por suficiente, pero la apuesta de Bordalás en su centro del campo decantó la balanza. Ellos jugaron con más efectivos en la zona ancha, hilvanaron la idea de entrar por abajo desde el criterio de Sergio Mora hasta la definición de los llegadores, haciendo pasar su superioridad por el talento y la movilidad de Portillo y Dani Pacheco. Un tres contra dos que resultó ser una fuente de ocasiones en cascada hasta el 2-0. El desequilibrio no tuvo una respuesta eficiente desde el banquillo de Martí porque el 4-1-4-1 con el que improvisó generó más desajustes que soluciones, en especial por el sector defensivo izquierdo. Es obvio que la diferencia se estableció más en los banquillos que en el terreno de juego.

En fin, ya pasó. Hay, sí, una asignatura pendiente y que debe aprobar el entrenador. El Tenerife tiene que concretar un estilo, elegir un camino que le permita jugar a equipo grande.

PD: El "playoff" nos ha vuelto a reunir en el Heliodoro, a los que estamos siempre y a los de las grandes ocasiones, y entre todos se ha fabricado un ambiente maravilloso. Estas eliminatorias dejan la imagen de un club grande con una afición extraordinaria, que lo volverá a intentar.