Toda la Isla remando por fin en la misma dirección, deseando celebrar un ascenso a Primera, se levantó con ganas de que fueran las 20:00 horas. No había cosa más importante que hacer ayer. Para algunos, la jornada empezó pronto con un madrugador vuelo a Madrid. Allí esperaba ya el grueso de aficionados blanquiazules que iban a darse cita en el Coliseum Alfonso Pérez.

La espera se hizo eterna durante el día con paseos, visitas a centros comerciales y, por fin, a eso de las 17:30 horas, la salida hacia la residencial y nada bonita Getafe. En los alrededores del estadio se juntaron los casi 1.500 seguidores desplazados para animar a los de José Luis Martí. Llegaron los primeros cánticos, los primeros cruces con la afición local por aquello del precio de las entradas y la procedencia "africana" de los visitantes.

La entrada al Coliseum se produjo con normalidad. Ganaba la hinchada visitante por goleada hasta el inicio del encuentro. En la Isla todo el mundo se agolpaba delante del televisor en casa o en las cafeterías. Pronto, los primeros disgustos en forma de goles locales, la esperanza del 2-1, el decisivo 3-1 y una segunda parte en la que muchos rezaron por un gol salvador. Al final, lo peor: las lágrimas y los incidentes. Unos pocos se acercaron a provocar y la respuesta fue lanzar sillas. Mal. La policía, mientras, miraba a otro lado.