En la cantera del Tenerife parecen haber encontrado un molde para fabricar un tipo determinado de jugador, que precisamente era el producto más escaso durante la etapa dorada del club. Se trata de delanteros de estatura media-baja, caracterizados por su explosiva velocidad en espacios cortos y por su facilidad para adaptar la definición a lo que pida el final de la carrera. La secuencia "reproductora" de esta especie la podemos datar en la irrupción de Ángel Rodríguez, que debutó en 2006, y ha tenido continuidad sin pausa. Luego apareció Ayoze Pérez, que a estas dos cualidades une una técnica privilegiada, sucedido en el plano del primer equipo por Nano.

Solo unos días después de frustrarse el regreso del delantero del Éibar al equipo blanquiazul, el club ha puesto en escena a otro joven delantero que parece sacado del mismo molde: Brian Martín.

Ese instinto para el desmarque, esa velocidad explosiva, esa gama de recursos en la definición le deben abrir las puertas del fútbol profesional. Es el biotipo del delantero moderno, otro producto de una fábrica que sigue produciendo velocidad y gol, virtudes esenciales en el fútbol de hoy.