Preocupación sí, pero las alarmas no han saltado en las oficinas del Heliodoro después del empate ante el Lorca y las malas sensaciones que ofreció el Tenerife en el Artés Carrasco el pasado sábado. Esta semana, las altas instancias de la entidad insular tienen previstas distintas conversaciones para analizar los motivos por los que el equipo ha visto frenada su progresión.

La confianza en José Luis Martí sigue, por supuesto, intacta y, desde dentro, se recuerda que fue el entrenador que dejó al equipo a un solo gol del ascenso a Primera hace menos de cuatro meses. Incluso, sorprendió que se le preguntara a algún futbolista por su jefe la pasada semana.

El vestuario va por el mismo camino. Cree en los postulados del preparador balear y no hay atisbo alguno de fractura en el grupo. Incluso, se observa con cierta sorpresa la intranquilidad del entorno. El equipo, en definitiva, se ve mejor de lo que se le valora. Reconocen, eso sí, que fuera de casa hay algo que no funciona.

El mensaje del entrenador tras el batacazo de Lorca en el que apelaba a la falta de "amor propio" durante la primera parte del choque tampoco pilló a sus pupilos por sorpresa. Ya se lo había dicho, en un tono de enfado importante, durante el descanso. Incidirá en ello durante los próximos días.

Desde todos los sectores -directivos, técnicos y jugadores- existe el convencimiento de que se verá un mejor Tenerife en cuanto empiecen a recuperarse los lesionados, el once adquiera cierta estabilidad y desaparezcan otros contratiempos en forma de actuaciones arbitrales o falta de acierto ante la portería contraria en momentos puntuales de los partidos lejos del Heliodoro.

Sí aceptan los pesos pesados del vestuario blanquiazul que falta algo del ardor guerrero de la temporada pasada a la hora de "morder" al rival. Pero entienden que es algo recuperable en cuanto se solventen las cuestiones mencionadas con anterioridad. El análisis, en definitiva, no invita al pesimismo. Pero sí al necesario esfuerzo para reanudar el crecimiento como equipo.