El Tenerife está a un partido de cerrar el primer tercio del Campeonato y lo hace lejos de lo que pretendía y de lo que parece capaz una plantilla cara y, a priori, de gran nivel. A estas alturas, el equipo blanquiazul ni juega ni compite ni suma como un candidato al ascenso. O lo que es lo mismo: esto no marcha, no funciona.

Con mejores piezas que el curso pasado, Martí no ha logrado que el motor arranque y progrese con regularidad. Es un equipo que tiende a acomodarse en el campo (conformista), con jugadores que abandonan el nivel óptimo de concentración (ayer fueron Iñaki y Jorge en el 1-1, pero en anteriores partidos fueron otros) y sin una línea definida de juego. Esto último importa, queda representado por los bandazos del técnico en onces y dibujos tácticos y ejemplificado a la hora de ser incapaz de controlar un partido contra el colista más flojo de los últimos años. Preocupante.