Frente a la tentación de leer cada derrota solo en tono crítico y buscando culpabilidades, esta vez hay que reconocer un protagonismo compartido en el resultado. Tantos errores cometió el Tenerife como méritos acumuló el portero René, artífice absoluto del triunfo de su equipo.

El Tenerife no tiene una idea de juego consolidada y precisamente por eso necesita hacerse fuerte en las áreas para recolectar puntos y mantenerse cerca de la zona a la que aspira. Cuando es frágil cerca de las dos porterías se convierte en un equipo con enormes dificultades para ganar. Fue lo que sucedió ayer en un guión representado por el ida y vuelta del primer gol local: Longo se quedó solo ante René y no marcó, y de vuelta el rival aprovechó un rechace inadecuado de Dani Hernández para hacer el 1-0.

La derrota de ayer puede incluirse entre los efectos de una dinámica negativa, uno de esos tramos de competición en los que además de con tus errores, tropiezas con terceros agentes causantes, como el árbitro del día del Espanyol o la actuación de René ayer. Todo lo que puede salir mal, sale. Pero estas dinámicas no aparecen de la nada. Nacen de tus propias carencias. De fútbol, de idea de juego, de orientación táctica, mejor no hablamos, porque no hay ninguna. Martí vive al día.