El Tenerife no tenía decidido destituir a José Luis Martí en caso de derrota. Dependía de la imagen que ofreciera el equipo en el encuentro, entre otras razones. Y la primera parte agotó la paciencia de las altas esferas blanquiazules. El mal juego, la sensación de impotencia y los silbidos finales del público, que se giró en parte al banquillo y en parte al palco, hicieron el resto.

En esa situación, la victoria del Cádiz sí hubiera resultado definitiva. Y fue el gol de Villar en el minuto 89 el que abortó unas amargas jornadas navideñas para Martí y para la entidad en sí. De momento, sigue en el cargo. Eso sí, con el crédito prácticamente a cero. Es la falta de un patrón del juego y la sensación de que hay material para mucho más lo que ha agrietado la confianza en el entrenador. En esta tesitura, nada está claro en el futuro inmediato. Pero las visitas a Albacete y Zaragoza pueden resultar decisivas en uno u otro sentido.