Casi 40 años jugando al baloncesto dan para mucho. Lo puede atestiguar perfectamente Estela Ferrer -11/09/1967, Santa Cruz de Tenerife-. Abandonó las canchas a punto de cumplir los 50, pero no por ausencia de ganas y sí por falta de tiempo. El amor a los suyos y a su tierra propició que siempre que tuvo la oportunidad de volver a si Isla, lo hiciera. Asentada en la localidad de Aspe, en la provincia de Alicante, donde ha jugado sus últimos años y ha formado su propia familia, sueña con volver a "casa": Tenerife.

La niñez de Ferrer estuvo jalonada por el deporte. "Se me daban todos: fútbol, balonmano, natación?" ¿Y el baloncesto? "No sabía jugar", admite la tinerfeña. Con 13 años, en las tradicionales fiestas de Navidad del Colegio San Fernando, en el capitalino barrio de Duggi, fue reclamada para completar un equipo, dada su altura. Descubiertas unas destacadas habilidades ocultas para el deporte de la canasta, pronto pasó a ingresar el equipo del Andrés Bello.

La ala pívot pasó a convertirse en base, con sus 178 centímetros -en la época, una jugadora medianamente alta-, después de su llegada a la Pureza. Paco Mota obró el cambio. "Estuvo los tres meses del verano entrenando sólo conmigo, mañana y tarde, y me puso un preparador físico. Le tengo que agradecer el decidirme dedicarme al baloncesto", apunta.

Sus actuaciones en la categoría juvenil, donde repetía constantemente su condición de "MVP", reclamó la atención del Coronas Tenerife, representativo en la élite entrenado en aquellos momentos por José Carlos Hernández Rizo. "Llamaba todos los días a mi padre". El convenio del Junta del Puerto, equipo del colegio homónimo del barrio de La Alegría -hoy en día, denominado Miguel Pintor-, con las categorías inferiores de la Pureza llevaron a Ferrer a estar a las órdenes de Jerónimo Foronda.

No solo por eso. "Nunca fui de las privilegiadas a la hora de poder irme al Siglo XXI o al Banco Exterior de España -semilleros de la selección española en la época-. El Junta hizo el sacrificio. Me pagó estudios, me daba una dieta cada vez que viajábamos, un dinero mensual muy pequeñito? No podía renunciar a eso porque éramos siete hermanos, más mis padres. Recuerdo tener miedo de decirle a mi padre que necesitaba unos tenis. Pony me patrocinó posteriormente. Me daban ropa para mí y de sobra para compartir con todos mis hermanos. Me podía haber ido fuera, pero mis padres no me podían mandar dinero. Bastante tenían en casa", relata.

Llegada la temporada 1983/1984, "jugaba con la Pureza en mi categoría, con las juveniles del Junta del Puerto y luego con el equipo sénior. Era deporte en todo momento. En esa época me lo pasé muy bien", explica la directora de juego.

"Le agradezco a Foronda, que en paz descanse, que apostara por mí. Me dijo que con la juventud mía y con la veteranía del resto de las compañeras íbamos a conseguir cosas". Y así fue. En la fase de ascenso celebrada en Cádiz, el representativo alcanzó la Primera División tras derrotar al Utebo Zaragoza. Tras el hito, Ferrer fue convocada por la selección española juvenil. "Hay que imaginarse la ilusión de una niña -16 años- que estaba empezando en el baloncesto y que encima estaba consiguiendo cosas".

CajaCanarias patrocinó a aquel conjunto que compartió la élite con el Coronas. "Fue una campaña con altibajos. El trabajo fue bueno, pero quizás nos faltó la típica extranjera que resolviese en ciertos momentos y tirara de las demás". El Junta del Puerto no pudo evitar el descenso, y aunque intentó regresar a la temporada siguiente cayó en los "playoffs" de ascenso? y terminó desapareciendo.

Buena parte del equipo terminó recalando en el Coronas, incluida Estela. La santacrucera cursó tres temporadas en el representativo insular. Un lapso que pudo truncarse si hubiera aceptado la oferta de la universidad estadounidense Old Dominion -compareció contra una selección tinerfeña en la Isla- para estudiar y jugar en sus filas.

Y es que Ferrer nunca se quería "ir de casa", contara con más o menos minutos, como le sucedió con Paco Martínez -1986/1987- o con un joven Fernando Llombet -1987/1988-. Ramón Cubeles la convenció para formar parte del mejor CB Tenerife de la historia -Cepsa ya había entrado a patrocinar a la entidad en sustitución de Coronas-. A pesar de ser tercero en la Liga y caer en las semifinales de la Copa de la Reina -disputada en Los Cristianos-, el club acabó por extinguirse. La tinerfeña se vio "obligada" a salir, aunque ciertamente también le "interesaba saber si era capaz de conseguir logros fuera".

El Zaragoza fue su primera escuadra lejos de su Santa Cruz de Tenerife natal. Y la experiencia no le fue nada mal. "Ganamos la Copa de la Reina, fuimos terceras en la Liga e hicimos una buena actuación en la Copa Liliana Ronchetti", proclama.

Con todo, Estela dejó el equipo maño al finalizar el curso. "Me ofrecieron seguir e incluso tuve ofertas de otros equipos", pero? "yo soy muy chicharrera. Cuando me daban la posibilidad de volver a Tenerife, lo hacía. Necesitaba a mi familia". Paco Apeles la contrató para el nuevo representativo en la élite, el Isla de Tenerife, también patrocinado por Cepsa.

Estela, entre las mejores valoradas del curso 1990/1991, no pasó desapercibida para Chema Buceta, seleccionador nacional absoluto, que ya la había tenido en el combinado nacional juvenil. Su debut con la absoluta se produjo el 1 de mayo de 1991, en un duelo contra la República Checa celebrado en Pozuelo de Alarcón -Madrid-. Un mes en el que cumplimentó hasta 10 internacionalidades. "Tengo muy buenos recuerdos y mucha amistad con Elisabeth Cebrián, Paloma Sánchez, Pilar Valero? Me lo pasaba pipa. Fue todo un premio", declara.

Buceta le ofreció pasar a formar parte del Banco Exterior de España -equipo ADO- y quedarse concentrada en Madrid, para luego acudir a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. "No quería que jugase en ningún club. Si lo hacía, aunque fuera la mejor jugadora, no me llevaría", le advirtió el técnico. "Me propusieron vivir en la residencia Joaquín Blume y no pagarme nada, mientras que a otras jugadoras se les pagaba y vivían en un piso", recuerda.

El ofrecimiento fue desechado, dado el renovado interés del Zaragoza. "No podía renunciar a lo que me ofrecían porque no hubiese podido mirar a la cara a mi familia". La temporada en la capital aragonesa fue exitosa. Estela Ferrer fue partícipe de sendos subcampeonatos en la Liga y la Copa de la Reina.

Eso sí, la "amenaza" se cumplió: no solo no formó parte del combinado nacional en la Ciudad Condal, sino que nunca más vistió más la rojigualda. "Tengo la espina de no haber podido seguir yendo. Acudía a muchísimas concentraciones de la selección, pero luego por un motivo o por otro me quedaba fuera de las convocatorias. Aunque sabía que Buceta no me iba a llevar a los Juegos Olímpicos, hasta el último momento mantuve la esperanza".

Una vez superada la cita olímpica, el Cepsa Tenerife volvió a reclutar a Ferrer, antes de que Chema Buceta, ya exseleccionador, tocara a su puerta nuevamente. El Banco Exterior, que había servido para preparar a la selección de cara al torneo olímpico, se había convertido en un club. "Sabiendo que estaba entre las mejores, no me llevó". Era su turno para exigir buenas condiciones. "Al principio me dijeron que no, pero al final se presentaron en Tenerife tanto Chema como el director deportivo Pedro Jiménez, aceptaron lo que pedía y fiché con ellos", comenta.

Su aventura madrileña apenas duró un año, dada la desaparición del BEX. Apeles volvió a tirar de Estela para un Cepsa 1994/1995 que contaba con la joven Yolanda Moliné y la incipiente Lidia Mirchandani. Aquel equipo estuvo muy cerca de alcanzar las semifinales de la Copa Liliana Ronchetti. Después de llevar una renta de nueve puntos de Tenerife -Ferrer anotó 25- a Parma, una actuación sibilina de los árbitros dejó al Isla de Tenerife en la estacada. "Fallos arbitrales hay en todos los partidos, pero que actuaran así me dio mucho coraje. Fue bastante injusto. Paco tiró su cartera al suelo y les dijo que cogieran lo que quisieran, a ver si por lo menos nos dejaban jugar".

Peores prestaciones ofreció el representativo a la campaña siguiente, mas el rendimiento sostenido de la santacrucera propició la llamada del nuevo seleccionador, Manolo Coloma. La idea era disputar el preeuropeo en Oviedo, con el objeto de clasificar a España para el Campeonato de Europa de Hungría en 1997. Estela no pudo acudir. Había recibido una noticia mucho mejor: estaba embarazada.

Dio a luz en noviembre de 1996 y pocos meses más tarde volvió a las canchas. Lo hizo en el Universidad de La Laguna de categoría Autonómica. "Se trataba de jugar con amigas". Pero claro, lograron colarse en la fase de ascenso, algo que no pasó desapercibido para algunos clubes peninsulares. Entre ellos, el Ciudad de Burgos de la máxima categoría. "Me pusieron guardería, niñera, coche, piso? Estuve muy bien".

Empero, Canarias llama y Domingo Díaz descolgó el teléfono para que pasara a formar parte del Islas Canarias 1999/2000. "Volvía a estar cerca de casa" y de los títulos? "Jugamos la final de la Copa Liliana Ronchetti, de la Liga y ganamos la Copa de la Reina".

Y a punto de cumplir los 33 años firmó nuevamente con el Isla de Tenerife -patrocinado por Symel-. Fue su primera experiencia en la creada Liga Femenina-2, donde también jugó posteriormente con el Cáceres y el jienense Linares.

La élite no se había terminado para ella. Con 37 años, en el curso 2004/2005, el San José de León se hizo con sus servicios para competir en la Liga Femenina.

Los alicantinos Akra Leuka y Alcoy (con el que ascendió a la Liga Femenina-2), el castellonense Vinaroz o el Guadalajara fueron sus escalas -casi todas, de la categoría de plata-, antes de su enésimo retorno a Tenerife, debido a la enfermedad de su progenitor. Vivió, de este modo, en la campaña 2009/2010, su quinto y último periodo en el Isla de Tenerife Aguere, dirigido desde el banquillo por Carlos Olano.

Y ya sobrepasados los 40 siguió destilando calidad con escuadras alicantinas, así como impartiendo su pedagogía en los banquillos de las categorías inferiores. Lo hizo hasta la campaña 2016/2017, cuando dijo "basta" con casi 50 años y aún con baloncesto de quilates en sus manos.