En catorce ocasiones vistió la camiseta de la selección española, entre ellas, en un campeonato de Europa. María Marrero es otra de las estrellas del baloncesto tinerfeño que también triunfaron fuera de la Isla y lo hizo en épocas muchas más difíciles que ahora.

Pero desde que acabó de jugar, abandonó todo lo que se refería al baloncesto. No quería saber nada del deporte de la canasta, principalmente por la forma en la que tuvo que dejar de practicarlo.

Desde hace muchos años trabaja en el Cabildo Insular de Tenerife y ahora lleva la secretaría del director insular de Cultura, José Luis Rivero, y el protocolo, relaciones externas y las actividades no artísticas del TEA.

Con 1,82 metros de estatura, María Marrero no pasaba desapercibida en el colegio de la Asunción, donde ella estudió, pero según dijo, nadie la encontró entonces y la introdujo en este deporte. "En el colegio se jugaba al baloncesto y era prácticamente el único deporte que había", señaló Marrero, quien añadió que "o jugabas al brilé, saltabas al elástico o jugabas al baloncesto y yo quería hacer deporte y me dediqué a ello en un colegio donde había mucha afición". Marrero recordó que cuando era pequeña se colocaba debajo de canasta y se encargaba de pasar los balones a las mayores antes de los partidos y en la rueda de calentamiento. "Yo estaba muy metida, desde pequeña, con el baloncesto animando al equipo de las mayores cuando jugaban contra otro colegio, porque la Liga Escolar era una pasada de animación y de competitividad. Todo el colegio lo vivía", recordó la exjugadora.

Y llegó el momento de jugar. "Quizás empecé muy tarde, cuando tenía 13 años y, claro, en el equipo del colegio", comentó.

"No teníamos entrenador y jugábamos por intuición", dijo María Marrero, quien añadió que "quedamos campeonas de España en juveniles sin entrenador y con un equipo en el que éramos cinco, que jugábamos casi todo el tiempo, una que lo hacía a ratos y las demás nunca jugaban", dijo. Tras varios años jugando solamente en escolares en la Asunción, el colegio decidió iniciarse en la competición federada, algo más tarde que el María Auxiliadora o las Dominicas.

Fue al aparecer en la Isla Antonia Gimeno cuando el equipo de la Asunción dio el salto de categoría. "Cuando llegó Gimeno, la Asunción empezó a competir en federados. También con Concha Ramírez, que era del OM, decidió cambiarse de equipo y entre Antonia Gimeno y ella pasamos a jugar federados", comentó Marrero.

"Nos llamamos Asunción Fanta y empezamos a jugar en las competiciones insulares y regionales, donde siempre quedábamos campeonas, ganando incluso al OM que dirigía Foronda, que era el mejor equipo en esos momentos", dijo Marrero Valero, quien añadió que "los partidos contra ellas eran la guerra, muy reñidos y con mucha rivalidad".

En una de esas campañas, el equipo de la Asunción se clasificó para la Copa del Generalísimo, después de ganar al OM en Tenerife y al UD Las Palmas en el campeonato regional. Fue en Ávila, el de España, y luego se desplazó a Segovia a disputar la fase de ascenso.

Ese equipo de colegio creció, fue cada vez a más y se convirtió, de la mano de Antonia Gimeno, en el Krystal, ese conjunto que tantos éxitos dio al baloncesto femenino tinerfeño.

"De ese juvenil que jugábamos en escolares, tres seguimos formando parte del equipo de Primera División, que eran María José Paniagua, Mercedes González Matilla y yo. Un poco antes se había incorporado, cuando éramos Asunción Fanta, Marichu Hernández, que venía de la Pureza, Beatriz Ravina, que estaba un curso superior en el colegio, y las que Antonia incorporó en ese momento", destacó María Marrero.

También a ese grupo, según Marrero, se incorporaron jugadoras como Mercedes Montesdeoca, Catere Falcón, Marga Maiquez..., procedentes del equipo júnior. "Aunque eran más pequeñas se unieron a nosotras para ir al Campeonato de España".

María Marrero tiene muchos recuerdos de esa época de transición entre el baloncesto escolar y el federado, pero le vino a la cabeza alguno. Cuando las monjas no le dejaban entrar a las canchas sino a las horas de entrenamiento. "Entrábamos por las ventanas, llegué, incluso, a esconder el balón e inflarlo cada día para que las monjas no nos vieran y así poder entrenar", recuerda.

Y todo empezó con Antonia Gimeno según relata María Marrero, una entrenadora que le dio un giro al baloncesto femenino en Tenerife y en Canarias. "Estuvo con nosotros muchos años entrenando y gracias a Dios. Antonia fue fundamental para el baloncesto femenino en Tenerife. Hacíamos entrenamientos que no habíamos hecho en nuestra vida y creo que nos resultó determinante para que creciéramos como jugadoras".

Junto a Gimeno, Marrero también nombró a José Felipe Antón y a José Carlos Hernández Rizo, "que fue con quien terminé mi etapa deportiva", destacó.

Y fue terminar de jugar y dejar el baloncesto completamente. No quería saber nada del deporte de la canasta y el motivo, según ella, fue la forma de dejarlo.

"Estoy totalmente desvinculada del baloncesto. No fui entrenadora, ni tampoco iba a ver los partidos y ni quería saber nada del baloncesto", dijo la exjugadora, quien destacó que "fue un momento duro para mí cuando tuve que dejar de jugar, porque no quería hacerlo. Era José Carlos Hernández Rizo el entrenador y el que decidió que no siguiera jugando. Me echaron de mala manera del baloncesto. Fue muy desagradable, más aún cuando mi vida era este deporte, con concentraciones en verano y entrenamientos todo el año. Cuando lo dejé, por mi forma de ser, pasé página y no me quedé llorando mis penas".

Es una mujer con carácter, pero asegura que en la cancha no lo era tanto y piensa que eso fue uno de los grandes errores que tuvo. "Antonia nos inculcó ese espíritu competitivo de un grupo de mujeres que jugábamos para divertirnos y estar con las amigas".

Y es que María Marrero destacaba que "éramos un equipo de colegio, nos divertíamos mucho, éramos amigas, íbamos con las guitarras a los desplazamientos y disfrutábamos mucho cada momento, tanto en los partidos como en los viajes", relata.

Entre ellos recuerda los encuentros en la Península y la odisea que eran casi todos. Entre ellos nombró cuando iban a competir en Vigo. "Para jugar contra el Celta hacíamos Tenerife-Las Palmas, luego Las Palmas-Sevilla y Sevilla-Santiago para trasladarnos en guagua hacia Vigo. Jugábamos, perdíamos y de nuevo de vuelta con el mismo trayecto", dijo.

Y además de sus partidos con su equipo llegó la convocatoria para la selección española, todo un premio al trabajo. "Fue en una Copa del Generalísimo en Ávila. Allí me vio el seleccionador nacional, José María Solá, y me llevó convocada. Fui 14 veces internacional y todo empezó en una primera concentración en Viena, en un torneo donde participaron países católicos y fui a jugar con las que en esos momentos eran ídolos míos como Neus Bertrán, Meli Suárez, Rosa Castillo, Carmen Famada... Eran jugadoras que venían de los equipos grandes de España y me parecía que estaba tocando el cielo con las manos", comentó María Marrero.

La exjugadora añadió que "luego me llevaron a una operación altura y una vez terminada decidieron convocar para la selección a dos personas de ese grupo y nos eligieron a Carmen Fraile y a mí. Entré en un Preeuropeo en Cádiz y luego jugué un europeo en Francia, donde quedamos décimas", rememora.

María Marrero aseguró que sigue vigente el vínculo con muchas de ellas, sobre todo con las de Madrid, después de estar en la selección y, además, en la temporada 78/79 me fichó el Iberia y con ellas tengo muy buena relación". Y es que después del ascenso del Krystal a Primera División y jugando dos temporadas con ellas, María Marrero no dudó en aceptar una oferta del Iberia de Madrid para competir allí, donde estuvo un año. Estamos ante toda una aventurera que recuerda que le hubiera gustado jugar fuera de España como lo han hecho otras baloncestistas tinerfeñas.

Muchos recuerdos tiene María Marrero de su etapa en activo. Le gustaba jugar, pero también disfrutar de la compañía de sus amigas fuera de la cancha. Recuerda los primeros carnavales con Antonia Gimeno de entrenadora, una catalana muy seria que venía de un baloncesto mucho más profesional. "Nosotras queríamos salir en carnavales como fuera y nos disfrazamos con túnicas y caretas. Esa noche la pasé casi todo el tiempo agachada para que no me reconocieran. Al día siguiente, sin dormir, fuimos a jugar un partido a Las Palmas y me acuerdo de que en el banquillo me quedaba frita. Lo bueno es que en esa época ganábamos fácil a los rivales. Nunca se dio cuenta la entrenadora, ni se lo contamos", comentó.

Con el tiempo, Tenerife perdió su equipo en Primera División, una situación que ha hecho que el baloncesto tinerfeño vea mermado su protagonismo. "Es una pena que haya pasado, que existiera la rivalidad en el baloncesto femenino y que eso haya sido negativo. Sucedió lo mismo que ocurrió en masculinos con el RC Náutico y el CB Canarias. Creo que Tenerife se merece un equipo en Primera División. Nos costó mucho lograr el ascenso porque era muy difícil que un equipo canario ascendiera".

María Marrero no quiso terminar sin defender lo importante que es el equipo en deportes colectivos y con ello se animó a recordar un partido que les enfrentó al Celta de Marisol Paino con un triunfo importante del Krystal. "En nuestro primer año era importante amarrar los encuentros de casa y vino a jugar el Celta a la Isla con Marisol Paino, que tenía una media de casi 20 puntos por partido. Ese partido lo teníamos que ganar", dijo María Marrero, quien añadió que "Antonia entrenó a Mercedes González Matilla para que defendiera de cara a Paino y en ese partido la jugadora gallega solo anotó seis puntos. Yo en cambio metí muchos puntos y al final ganamos y la gente estaba felicitándome, pero nosotras felicitábamos a Mercedes, que fue la verdadera protagonista con su defensa".

El Mundial que se va a disputar ahora en Tenerife es todo un reto y un evento importante para la Isla. "Es muy importante para el baloncesto femenino y creo que debe ser una ilusión para todas las jóvenes. Me acuerdo cuando se disputó en la Isla una Copa del Generalísimo con los primeros equipos españoles. Eso me animó muchísimo. Se vivió un gran ambiente de baloncesto y yo quería ser como ellas. Pienso que a las más jóvenes les va a ayudar para que se animen a practicar o, si ya lo hacen, a seguir jugando al baloncesto", termina.