La motociclista Sara García, la primera española en correr en la categoría más dura del Dakar, aseguró este martes que el rally "es todavía más duro de lo que cuentan", y prometió hacer lo posible por volver el próximo año para completar toda la carrera, lo que no pudo hacer esta vez en su debut.

"Espero estar en el 2020 para poder finalizar el reto. Ha sido un año muy duro pero hemos demostrado que lo podemos hacer, y que tenemos la posibilidad de acabarlo", afirmó García en una entrevista con la Agencia Efe.

La zamorana, que corría el Dakar junto a su pareja Javi Vega, tuvo que retirarse del Dakar en la tercera etapa por un fallo eléctrico en su moto después de una caída en una zona de fesh-fesh (arena muy fina) donde, tras tres horas sin poder solucionar el problema, tuvo que quedarse allí y dejar que su novio continuase.

La ingeniera relató que siempre iban juntos y que, para ella, él ha sido un apoyo "súper grande" sin el que no hubiese podido pasar ni la segunda etapa.

"Tuve una caída. Me hice bastante daño en la mano y él fue animándome durante toda la etapa", dijo García sobre el percance cuyos gritos de dolor estremecieron a los espectadores del rally.

"Ha sido toda una aventura que él seguirá ahora. Lo seguiré animando para que pueda llegar por los dos", agregó la piloto que corría en la categoría de los "originales", donde los competidores van solos, con solo un caja de herramientas, y al terminar cada etapa son ellos quienes deben reparar la moto.

Eso implica levantarse muy temprano para salir a la etapa, bregar en las dunas y en el desierto hasta bien entrada la noche, llegar al campamento y ponerse a cambiar el aceite y el filtro del aire, entre otras revisiones; preparar la hoja de ruta del día siguiente e intentar dormir si es que queda tiempo.

"Es durísimo. Todo el mundo me preguntaba cómo estábamos y me pedía que diésemos señales de vida, pero no teníamos tiempo ni siquiera para dormir", comentó García, que junto a la rusa Anastasiya Nifontova han sido las dos primeras mujeres en la historia del Dakar que corren el rally en los "originales".

En ese sentido, la motociclista está contenta de "haber roto alguna que otra barrera" en el Dakar, que ya de por sí "es una carrera casi 100 % masculina".

"Creo que la acogida ha sido buena. Es increíble porque toda la gente te para por el vivac (campamento) y te felicita, y eso te da ganas de seguir. Espero que Anastasiya finalice su carrera para que demuestre que las mujeres podemos conseguirlo", deseó.

Para García, lo más complicado de este Dakar fue lidiar con las dunas del desierto peruano "que no son para nada como las que estamos acostumbrados a entrenar, porque son más blandas".

No obstante, llegó a adaptarse a ellas y a rodar con soltura, sin acordarse ya del traumático accidente que sufrió nueve meses antes en el rally Merzouga, en Marruecos, donde se rompió las dos clavículas y tuvo un neumotórax.

"Desde entonces nunca había vuelto a hacer dunas, por lo que venir el Dakar ha sido ponerme un poco en jaque a ver si la carrera funcionaba bien, y poco a poco ir desbloqueando esos miedos", dijo García, ya que después del accidente no quería no volverse a subir a la moto.

"Cuando me desperté, que me quedé inconsciente, no podía moverme y me dolía bastante la zona cervical. Tuve un gran susto. Para mí fue muy difícil volverme a montar de nuevo en la moto sin pensar que me iba a matar en 20 metros", narró.

Sin embargo, después de tres semanas pudo volver a mover los brazos y, con la ayuda de psicólogo, en menos de tres meses ya estaba corriendo la Baja Aragón e incluso terminando segunda, con una etapa ganada, pese a que su objetivo inicial era solo volver a rodar en la moto.

Ahora, tras su primer contacto con el Dakar, García se ve capaz de terminar una carrera de la que siempre escuchó hablar en su casa, ya que su padre fue mecánico en la carrera entre los años 80 y 90. "Es una carrera que siempre me ha llamado la atención y estar aquí es un sueño", concluyó.