El regreso de Zidane al Real Madrid ha hecho correr ríos de tinta y quemado horas de televisión. Y entre tanto torrente informativo alguno de ellos ha generado episodios turbios, como la publicación en un periódico de la capital, el mismo día del anuncio del retorno de ZZ, de una información que señalaba que el técnico galo había rechazado la oferta merengue.

Al firmante de la fallida exclusiva se le achacó haberse saltado una de las máximas cinceladas a fuego en el frontispicio de este oficio de contar cosas: citar las fuentes de donde se bebe para dar credibilidad a la información. Y pasó lo que tenía que pasar. Son las trampas de estos nuevos tiempos en los que el negocio ya no está en contar lo que ocurre en el presente, sino en tratar de convertirse en Nostradamus para adivinar el futuro en busca del titular más impactante y viral.

Tiempos nuevos, tiempos salvajes de "fake news" en los que una mentira de 280 caracteres retuiteada hasta la saciedad se convierte en una verdad de dimensiones planetarias. De ahí la necesidad de apuntalar la credibilidad por encima de todo para mantener la confianza de los lectores en la marca y en su mensaje.

Y aun así, se producen y se seguirán produciendo errores de este tipo en un contexto en el que todos (deportistas, políticos...) cambian de criterio a cada paso sin ruborizarse. Por eso también son necesarias buenas dosis de prudencia -que no autocensura- y, sobre todo, de autocrítica, de saber y querer reconocer los errores. Algo que sí ha ocurrido en este caso.

Despejada la tormenta, queda aprender la lección: Zidane sí quería. Y por delante, un esperanzador horizonte en el que el periodismo tiene que ir por su carril y la adivinación, por el suyo, caiga quien caiga.