General Motors (GM), el mayor fabricante de automóviles de Estados Unidos, se declaró ayer en quiebra en un tribunal de Nueva York al no poder reestructurar su deuda tal y como había exigido el Gobierno, convirtiéndose así en la mayor bancarrota en la industria estadounidense.

Tanto GM como la Casa Blanca prevén que la empresa se mantendrá en quiebra "entre 60 y 90 días", el tiempo suficiente para completar su reestructuración, que supondrá la eliminación de miles de puestos de trabajo, la reducción de su deuda y el cierre de 14 plantas de montaje, así como miles de concesionarios.

La Casa Blanca anunció en la noche del domingo que proporcionará al fabricante de automóviles 30.100 millones de dólares, que se sumarán a los casi 20.000 millones ya aportados, para que pueda funcionar durante la quiebra y reestructurar sus operaciones.

El plan de GM y el Gobierno estadounidense es que los activos "buenos" del fabricante sean vendidos durante el proceso judicial a la nueva GM, mientras que los activos no rentables serán liquidados.

El accionariado de la nueva General Motors estará dividido entre el Gobierno estadounidense (un 60%), el sindicato United Auto Workers (un 17,5% con la posibilidad de llegar hasta el 20%), Canadá (un 12,5%) y los acreedores (un 10% con la posibilidad de llegar hasta el 25%).

La nueva GM tendrá un tamaño inferior al de la vieja compañía, tanto en Norteamérica como en el resto del mundo.

En Estados Unidos, GM se quedará reducida a cuatro marcas (Chevrolet, Buick, Cadillac y GMC) en vez de las ocho actuales. Y su red de concesionarios pasará de 6.000 a 3.600. En términos laborales, empleará sólo a unas 56.000 personas. Asimismo, en Europa occidental, su presencia se reducirá al mínimo tras deshacerse de Saab y pasar el control de Opel y Vauxhall a un consorcio liderado por el fabricante canadiense Magna.