EL PLAN que tenemos es totalmente distinto al aprobado por el Consejo de Ministros celebrado el pasado 9 de octubre en estas islas, no tan afortunadas como estamos acostumbrados a oír si nos atenemos a que el documento tiene mucho mejor título que contenido: la Estrategia Integral para Canarias que entre todos hemos rebautizado eufemísticamente como Plan Canarias.

Cuando se anunció la existencia de un plan, para muchos fue motivo de inquietud y prioridad conocer sus líneas de actuación. Sin embargo, ahora que ya lo conocemos hemos pasado de esa inquietud curiosa a la inquietud de comprobar la facilidad con la que se pierden oportunidades en momentos críticos.

Serían necesarios ríos de tinta para explicar lo que es el Plan Canarias, y también lo que pudo ser y no fue, pero bastará recurrir al lenguaje metafórico para describirlo como un apósito sobre un paciente que se desangra. Voluntad no falta, pero ni de lejos es suficiente para dinamizar nuestra economía y dotarla de los mecanismos de impulso que la reactiven. Y así, la actual situación se prolongará sin cambios, asegurándonos una larga etapa de parálisis económica y de lenta reactivación en el futuro. La cara más dramática de ese escenario la pondrán los parados, que, además de continuar siéndolo, pasarán a la condición de parados de larga duración. Un término indeseable para cualquier sociedad.

Un Plan que habla de inversiones fundamentales para nuestra economía pero que no las concreta en fecha y ficha financiera, y que enreda todo sin aclarar qué actuaciones son resultado de un esfuerzo financiero del Estado y cuáles una repetición de lo comprometido con anterioridad para los próximos años tiene más de manifiesto de intenciones que de cronograma de actuaciones. El Plan se ha llenado de páginas que contienen más lo que podríamos hacer, pero es preferible un documento menos extenso que contenga lo que vamos a hacer, con indicación de la partida presupuestaria, y especialmente, lo que vamos a hacer ya porque llevamos consumido demasiado tiempo.

El inmovilismo, entre otras cosas, mantiene actuaciones aprobadas que nadie sabe muy bien por qué no se ponen en marcha, y a ello se añade que hemos pasado buena parte del año pensando que bastaba con arrancar hojas del calendario. Una política hasta ahora desconocida que bien podríamos llamar la "recuperación sobrevenida por inacción". Se desconocen sus resultados a largo plazo pero son evidentes a corto. En la parte que a nuestro colectivo corresponde, no nos hemos cansado de repetir que esta pasividad sólo garantizaría que la factura económica y social cada vez sea más elevada. Con riesgo evidente de impago.

Canarias tiene un problema de creciente pérdida de competitividad y debilidad del tejido empresarial resultado de los escasos estímulos a la emprendeduría, una maraña administrativa de la que no es fácil zafarse, ocho reinos de taifas en que se ha convertido la transferencia de competencias del Estado a la Comunidad Autónoma y Cabildos, sobrecostes derivados de la lejanía y doble insularidad, notables carencias en infraestructuras, una creciente debilidad de la demanda, una paulatina pérdida de productividad, un mercado de trabajo excesivamente rígido e incluso trasnochado, y una inseguridad jurídica y económica que tienen su mejor expresión en buena parte del marco fiscal de las Islas. Sirva de recordatorio a quienes redacten planes en el futuro, por si se animan a entender y atender, para resolverlos, problemas que afectan directamente a todas las empresas de todos los sectores económicos. Es decir, a la parte de la sociedad que crea empleo.

Es indudable que la presencia del Gobierno central para celebrar un Consejo de Ministros en Canarias siempre es una buena noticia para las Islas. Pero con la que está cayendo, y con la que falta por caer con esta desidia y desatino, desplazarse desde Madrid con un documento tan inconcreto y alejado de las expectativas de nuestra economía me recuerda a un amigo que, pasándolo mal como lo estaba en ese momento, y con tanto amigo burlón en su casa, no se pudo resistir a espetarles: "Voy a acostarme que sé que se quieren ir".

Los jóvenes empresarios, no sé si por lo de jóvenes o por lo de empresarios, nos resistimos a creer que no hay más opción que quedarnos como estamos. Habrá que seguir insistiendo en que existe la posibilidad de promover iniciativas para que nuestra economía vuelva a registrar tasas de crecimiento. Que es lo normal, por cierto.

Si de verdad el Plan Canarias ha sido el reflejo de una sensibilidad con los problemas económicos de este archipiélago y su frágil futuro, no perdemos la esperanza de que tantos comentarios -los jóvenes empresarios no somos los únicos a los que no nos ha gustado- advirtiendo de que el documento es todo menos un buen Plan logren despertar nuevamente la sensibilidad de sus promotores para corregir el error. Un enorme error.

* Presidente de la Confederación Canaria de Asociaciones de Jóvenes Empresarios