Desde la década de los noventa, los consumos energéticos de los hogares españoles han ido creciendo a una tasa media del 43%, debido fundamentalmente al incremento del equipamiento doméstico, al mismo tiempo que se ha incrementado, también, el número de vehículos por familia.

La energía que consumen las familias canarias se acerca al 30% del consumo energético total del Archipiélago.

Dado el importante peso que el consumo doméstico de energía supone en el contexto global energético de Canarias, el objetivo de la sostenibilidad que persiguen las Islas pasa necesariamente por reducir el consumo en los hogares, algo que resulta más que factible sin perder calidad de vida y confort.

El consumo de energía en el hogar depende de muchos factores: la zona climática donde se ubica la vivienda, la calidad constructiva, el nivel de aislamiento, el grado de cumplimiento y el uso que damos a los equipos.

Si tenemos en cuenta estos factores, el éxito en la reducción del impacto doméstico en la cuenta del gasto energético, requiere actuar en cuatro líneas:

Encontrar nuevas maneras de reducir la energía desperdiciada por los aparatos electrodomésticos que no se utilizan.

Eliminar los que no son imprescindibles.

Sustituir algunos de ellos por otros más eficientes energéticamente.

Seleccionar modelos que hayan sido fabricados con materiales reciclados ó más sostenibles.

La etiqueta energética

En ocasiones, a pesar de ser una herramienta de ámbito europeo y popularizada, nos olvidamos, sin embargo, a la hora de valorar el consumo en el hogar, de escoger aquellos electrodomésticos más eficientes y, por tanto, que cuentan con etiqueta energética identificativa.

La etiqueta energética es una herramienta informativa al servicio de los compradores de aparatos consumidores de electricidad, para conocer su eficiencia energética.

Existen siete clases de eficiencia, identificadas por un código de colores y letras que van desde el color verde y la letra A para los equipos más eficientes, hasta el color rojo y la letra G para los menos.

Es muy importante saber que el consumo de energía puede llegar a ser casi tres veces mayor en los electrodomésticos clase G que en los A.

Si a esto unimos que la mayor parte de los equipos tienen una vida media que supera los 10 años, nos encontramos con que el ahorro en la factura eléctrica de un electrodoméstico clase A frente a otro clase G es de 2.500 euros a lo largo de su vida útil.

Cómo ahorrar en iluminación

La iluminación es quizá el más antiguo y extendido uso de la energía, pero también donde mayores porcentajes de ahorro podemos conseguir.

Como no siempre es fácil decidir qué bombillas de bajo consumo son las más adecuadas para cada uso, aquí van algunos consejos.

Tipo

Existen distintos tipos según tecnología.

Fluorescentes: generalmente conocidas como "de bajo consumo", consiguen un gran ahorro pero les cuesta encenderse (tarda unos segundos en dar toda su luz), por lo que son adecuadas en lugares donde la luz está mucho tiempo encendida.

Halógenas de bajo consumo: ahorran mucho menos, pero arrancan de forma instantánea, por lo que son adecuadas para lugares en que la luz esté poco tiempo encendida, como el baño o un pasillo.

LED: ahorran mucho y el encendido es instantáneo, pero el precio es muy elevado, por lo que, de momento, son adecuadas para lugares donde la luz esté mucho tiempo encendida y sea muy difícil cambiarlas (por altura, acceso, etcétera).

Color

Elegir el color de la luz no es trivial, ya que proporciona sensaciones totalmente distintas. Básicamente podemos distinguir entre luz cálida -más parecida a las bombillas convencionales, con un tono más rojizo-, adecuada para relajarse, estar tranquilo, para el hogar; y luz fría -más parecida a los tubos fluorescentes industriales o a la luz del sol, un tono más azulado-, más adecuada para ambientes dinámicos, como el trabajo.

Potencia

Es importante observar la potencia, ya que podemos cambiar nuestra bombilla actual por otra de menor potencia equivalente y atribuir equivocadamente un menor rendimiento a la nueva bombilla. Si pensamos que actualmente tenemos poca luz debemos escoger un modelo que equivalga a una potencia superior. Para hacernos una idea, una tradicional de 100W puede ser sustituida por una fluorescente o LED de 20W o una halógena de bajo consumo de 50-70W.

Forma

Actualmente existen modelos muy compactos o con distintas formas que permiten sustituir una tradicional en casi todos los casos. Cuando no dispongamos de mucho espacio sería bueno tomar medidas antes de ir a comprar.

Duración

No todas las tecnologías, marcas y modelos duran lo mismo. Por lo que antes de comprar debemos mirar la duración, ya que cuantas menos veces las cambiemos menos residuos generaremos. Una bombilla tradicional suele durar 1.000 horas, una halógena de ahorro 3.000, una fluorescente 8.000 y una LED 45.000 horas.

Regulación

Tenemos que tener especial cuidado cuando la bombilla vaya colocada en una lámpara regulable, en la que podemos subir y bajar la intensidad de la luz, ya que no todas las bombillas soportan esos sistemas (aunque existen bombillas regulables fluorescentes, halógenas de bajo consumo y LED).

Reciclaje

No hay que olvidar tirar la bombilla usada en un contenedor adecuado para su correcto reciclaje.