NACIDA en USA la actual crisis económica se propaga con avidez por Europa, por la Grecia del mar vinoso que cantó Homero y la literaria Irlanda. Trae el desasosiego al Portugal de Pessoa, revitaliza la tradición picaresca en España y golpea a la Italia bufa de Berlusconi. Casi toda la banca es infectada por deletéreos activos tóxicos.

Cuatro años después los ciudadanos se sienten estafados por sus Gobiernos. Les dijeron que era necesario inyectar dinero a los bancos para evitar el colapso del sistema financiero, pero a cambio les iban a exigir transparencia y controles. "Vamos a regular el mercado, a refundar el capitalismo". Recitan el poema del "nunca jamás" que acaba en graznido de cuervo y los bancos cogen la pasta (doce billones de dólares en dinero público que se detraen de las pensiones, jubilaciones, educación, sanidad...); no se acaba con los paraísos fiscales y los mercados son ahora los que imponen las condiciones. Los Gobiernos dicen que no pueden hacer otra cosa y los ciudadanos van pasando de asombrados ante tremenda desfachatez a "indignados" en España y a "envenenados" en Canarias. El ciudadano tiene la sospecha de que los Gobiernos trabajan menos para el bien común que para los intereses del sector financiero, de una minoría, de ese 1% que succiona el capital.

En España, después de la bajada de pantalones del Gobierno en mayo de 2010, el mercado le sigue dando matarile, la prima de riesgo golfa, el Banco Central Europeo no para de comprarle deuda y la banca española apenas da crédito. Los ciudadanos han visto cómo le aumentan la edad de jubilación, se estancan las pensiones, bajan los sueldos a los funcionarios y los Ayuntamientos, Cabildos y Gobiernos van quedándose sin financiación para atender sus necesidades. Los parados son casi cinco millones, más del 21% de la población activa y un 45% entre los jóvenes.

Raro es que la gente haya tardado tanto en manifestar su indignación. La clase política, con su autismo habitual, mira el 15M de soslayo, con benevolencia paternal, y de vez en cuando hace alguna declaración en la que se muestra comprensiva y tolerante. No entiende que no basta con una vaga solidaridad, que la mayoría de la gente está envenenada y no admite pagar una crisis de la que todo el mundo sabe quién es el culpable: el sector financiero. Detestan los viejos trucos del capital, sociabilizar pérdidas y privatizar beneficios. Los bancos vuelven a ganar dinero, pero los parados siguen aumentando y uno de cada tres de la zona euro es español. Se valora lo pacífico y civilizado del 15M, y no deseo ser agorero, pero temo la displicencia de los políticos y la historia enseña que no hay conquistas sociales sin sangre.

La banca española, lastrada por la morosidad y el "subprime español" (pelotazo del ladrillo), sigue actuando con desvergüenza tenaz. Entre diciembre de 2010 y julio de 2011 han subido sus tarifas: una media de 15% el mantenimiento en cuenta, un 35,6% las transferencias nacionales y un 24% por estudio de un préstamo hipotecario. Informe del Banco de España que se concilia con los de la Comisión Europea: "El consumidor español no sabe bien lo que paga ni por qué. La media que se cobra en Europa por comisiones anuales de la cuenta es de 111,62. En España, el segundo más caro después de Italia, 178 euros. Es también junto a Italia el más opaco". A casi nadie se le informa bien del suelo de las hipotecas ni que los bancos, cuando embargan las viviendas, si el precio es menor al adeudado, se lo reclaman al deudor y si es superior se quedan ellos con la diferencia. Un abuso que el Gobierno consiente.

Otros datos ilustrativos de la soberbia y la osadía de la banca española: Banca Cívica y Bankia, que difícilmente hubieran nacido sin el dinero que le inyectó el Gobierno y donde se han acoplado las viejas cajas canarias, informan de que "la Alta Dirección de Banca Cívica obtuvo, hasta junio, una subida del 46% respecto al importe total recibido en 2010". Unos días antes Bankia anunciaba que sus tres principales directivos cobrarían diez millones de euros al año. Si el reparto es equitativo serían 3,33 millones para cada uno. Más de treinta veces el sueldo del presidente del Gobierno que evitó su caída.

Tenemos un Gobierno y un Banco de España distraídos que no vigilan las indemnizaciones millonarias que se dan los directivos de entidades financieras después de recibir dinero público y que no paran de decirnos que tenemos la mejor banca del mundo mundial. Si es así no se explica por qué no están dando el crédito que necesita el país ni cómo en 2010, en las primeras pruebas de resistencia a la banca europea, cinco de los siete bancos suspendidos eran españoles. Y en octubre de 2011 se decreta que los cinco principales bancos españoles tienen que recapitalizarse con 26.100 millones de euros. Una cuarta parte de toda la banca europea.

Somos líderes también en desigualdad entre los españoles. Cada vez los ricos son más ricos y los pobres más pobres. En la Europa de los Veintisiete solo Lituania, Letonia y Rumania superan a España en disparidad de rentas. En fracaso escolar vamos sobrados: solo Malta y Portugal nos ganan por poco. Mantenemos nuestro tradicional buen puesto en fraude fiscal, 59.515 millones en 2009, según los técnicos de Hacienda. (Para mí es un enigma cómo pueden saber estas cifras con precisión y no consiguen impedirlo) y acaparamos una cuarta parte de todos los billetes de quinientos euros. En construcción de vivienda batimos todos los records. Tenemos setecientas mil sin vender y hubo años en los que España construía más que Reino Unido, Francia, Alemania e Italia juntas.

Además, España es un país en el que oficialmente apenas hay ricos: solo 6.829 personas declaran ingresos superiores a 600.000 euros. Algo que no es creíble, pero la picaresca forma parte de la identidad y la literatura españolas. Intentar engañar a Hacienda es, junto al fútbol, el deporte nacional, y si no consigues metérsela no pasa gran cosa. En mayo de 2010 España recibió de Francia una lista de tres mil fortunas españolas que tenían cuentas secretas en Suiza. Entre ellas, en plena epifanía de su apellido, estaban nuestro principal banquero y su familia. El señor Botín arregló el "descuido" pagando doscientos millones a Hacienda y tan campante. Al común nos parece una barbaridad, pero a ese nivel no es gran cosa. Solo pagó lo que le correspondía por los últimos cinco años. La mayoría de lo que tenía que pagar había prescrito. Como siempre, fue un buen negocio para el rico. Lo sorprendente no es solo lo inocuo del castigo, sino la nula condena moral de la sociedad a esas conductas.

En España, gran parte de los que pagan a la Hacienda Pública lo hacen menos convencidos de cumplir sus obligaciones que fastidiados por no poder evitarlo. Los que lo consiguen no son mal vistos ni unos insolidarios beneficiados con servicios públicos que no contribuyen a mantener, sino gente común. Dignos exponentes del famoso individualismo español que tantos éxitos ha obtenido en la cultura y el deporte; y en la creación de una potente economía sumergida -cerca del 20% del PIB-, bienvenida en estos tiempos sombríos; es una maya de protección social que ayuda a muchos de los ciudadanos que el Estado va abandonando y evita, por el momento, grandes conflictos sociales. En la actualidad tres de cada diez parados no recibe protección y 1,43 millones de hogares tienen en el paro a todos sus miembros en edad de trabajar.

Ante la codicia voraz del mundo financiero, la erosión continua del Estado del bienestar y la calamidad del paro, el Gobierno pide austeridad, recortes y productividad. Medidas para aplacar a los dioses de los mercados que en España ni hacen crecer la economía ni bajar el paro y que han llevado a la gran banca española (Santander, BBVA, Popular y Caixabank) a ganar un 14% menos. Solo 9.695 millones de euros en los últimos nueve meses.

El ciudadano se siente desvalido y "envenenado" ante tamaña injusticia. En vez de refundar el capitalismo están fundiendo el Estado del bienestar y los políticos les piden sacrificios para salvar a los causantes del mal. Nada nuevo bajo el sol; ya lo hizo el dios de los cristianos cuando dejó crucificar a su hijo para salvar a los pecadores. Han pasado más de dos mil años, los mercaderes han vuelto a ocupar el templo y Dios murió. Hemos creado un Estado laico que debía ocuparse del bien común, una democracia para velar por el interés general. Asentarla costó muchos años en Europa y en España, y la socialdemocracia tuvo un papel decisivo en la creación de la sanidad y la educación públicas, en las políticas sociales. Hoy, ante la embestida de lo económico, no ha sido capaz de diseñar una propuesta alternativa. "La izquierda no ha aportado ninguna idea nueva a la economía en los últimos veinte años", me espetó Richard Rorty en los jardines del Mencey de 1991. Una exageración que el tiempo mitiga. Nadie duda, en cambio, de que los neoliberales sí las tienen; son el combustible de esta crisis.

Un ataque sistémico al Estado del bienestar que los gobiernos son incapaces de neutralizar y los ciudadanos sufren. Están hartos de su inepta e injusta gestión de la crisis y de unos partidos políticos que con tenacidad han logrado ser la institución en la que tienen menos confianza (2,76 sobre 10 en la última encuesta del CIS). Sus líderes lo rubrican, todos suspenden.

Para gente normal, este desafecto sería motivo de análisis y preocupación. No para ellos. Hace tiempo que piensan en ti como ciudadanía párvula, incapaz de entender la complejidad de las decisiones que toman unos pocos, las cúpulas de los partidos políticos. Les basta y sobra con que vayas a votar cada cuatro años. Por supuesto, a listas cerradas y con un sistema electoral discutible. Tienen a la democracia cautiva. Se otorgan en exclusiva la representación de unos ciudadanos/niños a los que apenas escuchan y mienten sin piedad. De creatividad parca no te intentan seducir con magníficos proyectos sino asustar con el coco, con las cosas malas que van a hacer los otros.

Nacido en Madrid y en expansión, el movimiento del 15M refleja la indignación de gran parte de la sociedad civil con la clase política. Percibe que ha claudicado ante el capital, ante el poder del dinero. Si te despistas resulta que las víctimas somos los culpables porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, y pelillos a la mar con el fraude masivo de las hipotecas basura y la especulación de la banca que causó el desastre.

Lo que piden es una mayor participación de la ciudadanía en la toma de decisiones importantes, que la democracia sea gobierno del pueblo y no de unos endogámicos partidos políticos donde se idolatra al líder, exige sumisión jerárquica, apenas hay crítica, medran los adulones y no son un modelo de democracia. Por supuesto que deben cumplir un papel principal, pero ahora se exige el fin de la partitocracia, que se abran a los ciudadanos, compartan la información, expliquen sus actuaciones, defiendan a la sociedad civil y estén más comprometidos con sus paisanos que con sus jefes. Y algunas cosas concretas en esa dirección: listas abiertas para ratificar que se eligen personas antes que partidos, reforma fiscal para aumentar los impuestos a la banca, grandes fortunas y empresas (yo, de natural optimista, me conformo con que paguen lo que deberían). Reforma o disolución del Senado. Control del fraude fiscal, cobertura a todos los parados y paridad de mujeres en los consejos de administración de las grandes empresas. Entender que la ciudadanía no les ha dado un cheque en blanco por cuatro años y debe ser consultada para aprobar temas de interés general que no estaban en sus programas electorales.

Hay otras medidas de sentido común: unidad de los partidos para enfrentar el pedazo de crisis que está cayendo y priorizar la sanidad, la educación y los servicios sociales. Todos los Gobiernos autonómicos están de acuerdo con ese último objetivo y el de Canarias lo enaltece. Solo un dato del brutal recorte en los presupuestos de Cultura del Gobierno de Canarias: los baja un 79% para sus salas de exposiciones, donde promociona nuestro arte y que en lo que va de año han visitado 114.000 personas. La gente de la cultura, para los que la solidaridad es un hábito, apoya la iniciativa, pero, como en el "Koan", de Basho, la aplaude con una sola mano. Está "envenenada" con el descomunal recorte del presupuesto de Cultura y no se explica cómo un Gobierno nacionalista olvida que la cultura y la protección y difusión del patrimonio histórico artístico lo justifican, son su identidad. ¡No se disparen al corazón!