"SON MOMENTOS complicados para la marca España". Así terminaba mi artículo de opinión a finales del mes de junio, cuando conocimos los términos del "no rescate", ayuda financiera, plan de asistencia o recapitalización para algunas entidades financieras españolas; o llámenlo como quieran excepto rescate. Esta parece ser la mayor preocupación tanto del Gobierno central como de los autonómicos. Y, muy lamentablemente, las cosas no solo no han ido a mejor, sino que han empeorado ostensiblemente.

Si les soy sincero, tampoco había motivo para que mejoraran, pero en lugar de preocuparnos debimos habernos ocupado. Obvia diferencia que puede marcar el destino de una nación.

Que tu endeudamiento se duplique en apenas cuatro años ya te debe dar una pista de por dónde van los tiros. Pensar que los ingresos derivados de la burbuja inmobiliaria no eran coyunturales, sino estructurales, se podría hasta perdonar. No actuar cuando la realidad se hizo patente, no.

Tratar de mantener unos gastos a cualquier precio cuando la economía se ha frenado en seco es de mal gestor. La excusa de mantener los servicios públicos esenciales, insinuando que todo el presupuesto es destinado a tales partidas, minusvalora el intelecto de los ciudadanos. Al menos yo sigo esperando la lista de los servicios públicos "no esenciales". Lo haré sentado, claro.

El resultado de esta combinación explosiva sobre endeudamiento, caída brusca de los ingresos y mantenimiento bajo cualquier excusa de los gastos -con los consiguientes déficits siderales e inabordables- da como resultado un desequilibrio presupuestario sencillamente insostenible.

Paralelo a lo anterior se desató en nuestro país la muy habitual búsqueda del chivo expiatorio. Se encontraron culpables en todos sitios: en los EEUU y en sus perversos financieros; en el BCE, con su indeciso Draghi a la cabeza; en Alemania, con su inflexible y cuadriculada Angela Merkel; y cómo no, en los mercados y sus perversos especuladores. Por cierto, también sigo esperando su lista.

Apesadumbrados y superados por las circunstancias, ¿qué hacer? Imitando a los peores de la clase -esos que no estudian, suspenden y echan la culpa a la profe, que les tiene manía-, intentamos aprobar el examen estudiando justo la noche antes. Y claro, respondimos al revés. Donde decía "esquilmar al contribuyente" deberíamos haber respondido "dejar su dinero en paz, que ellos saben muy bien qué hacer con él" (consumo, ahorro o inversión). Donde decía "gastemos lo que no tenemos porque ya nos lo prestarán" deberíamos haber respondido "debemos ser escrupulosos con el gasto porque se cerró el grifo del crédito" (corrección del gasto estructural y reducción del endeudamiento). Y en la tercera, en lugar de "somos soberanos para gastar y nadie nos puede echar nada en cara", la respuesta correcta es "quienes nos financian (los mercados y los sufridos contribuyentes) se hartaron de pagarnos la fiesta".

El resultado: cate estrepitoso. Toda la familia castigada sin descanso, porque a algunos no les dio la gana de aplicarse, de reconocer errores y corregirlos, de estar a la altura de las circunstancias.

Y como somos reincidentes, expulsados del cole o intervenidos. Llámenlo como quieran.

¡Feliz verano!

fconcepcion_eafi@economistas.org