La muerte del presidente de Total, Christophe de Margerie, al estrellarse anoche su avión en un aeropuerto de Moscú, abrió hoy un proceso de sucesión que se prevé sin cambios fundamentales en la estrategia de la petrolera francesa mediante la promoción de alguno de sus altos directivos.

Tras la sorpresa por el siniestro que acabó con la vida de Margerie y de los otros tres ocupantes del reactor de negocios al impactar durante la maniobra de despegue contra una máquina quitanieves a cuyo volante iba un conductor aparentemente borracho, Total se esforzó por poner coto a la incertidumbre.

En una declaración del secretario general, Jean-Jacques Guilbaud, más allá de mostrar su pésame a la familia y de agradecer los múltiples homenajes que se sucedieron de instancias políticas y empresariales, la compañía quiso dejar claro que, como el fallecido lo hubiera querido, hay que seguir adelante.

"El grupo -insistió Guilbaud- está organizado para garantizar la buena continuidad de su gestión y de sus actividades para hacer frente a este acontecimiento trágico".

Eso significa que "en el plazo más breve posible" -en la práctica en menos de 48 horas- se van a reunir los cinco miembros del comité de gobernanza y ética y luego el consejo de administración para "tomar las decisiones necesarias".

Aunque oficialmente la empresa no lo haya confirmado, hay pocas dudas de que el nuevo "número uno" saldrá de sus propias filas, como ya ocurrió con el propio De Margerie, que fue nombrado presidente en 2010 por su predecesor, Thierry Desmarest, que lo había preparado con su nombramiento como director general tres años antes.

El secretario general del Elíseo, Jean-Pierre Jouyet, dio por hecho que habrá "continuidad" porque "hay una tradición en Total que Christophe (de Margerie) encarnó" en lo que se refiere a la promoción interna.

Entre los nombres que empiezan a sonar están los del responsable de la actividad de refino y química, Patrick Pouyanné, el de mercadotecnia y servicios, Philippe Boisseau, así como el director financiero, Patrick de la Chevardière.

Más allá del hecho de que la justicia francesa haya abierto una investigación por homicidio involuntario ante los chocantes elementos del siniestro en el aeropuerto de Vnukovo, los mercados parecieron rápidamente calmados por la poca incertidumbre sobre el proceso de sustitución de Margerie.

Tras unos momentos iniciales de inquietud en la Bolsa de París, en que Total llegó a bajar un 2 %, las acciones de la empresa se recuperaron y terminaron la sesión con una revalorización del 3,46 % %, notablemente superior a la del índice general CAC-40 (2,25 %).

El fallecido, carismático por su inconfundible bigote blanco y por su personalidad afable y directa, era un puro producto de Total: nacido en 1951, en 1974 con apenas 22 años entró en una empresa en la que llevaba cuatro décadas y conocía en detalle.

No sólo estaba al frente de la mayor empresa francesa (aunque haya sido superado en capitalización por la farmacéutica Sanofi) y de la quinta petrolera mundial, sino que -algo difícilmente repetible- se invitaba al debate público.

Por ejemplo, con su posición claramente contraria a las sanciones occidentales contra Rusia -donde su empresa tiene enormes proyectos de explotación de hidrocarburos- mientras pedía a las autoridades de Moscú -lo hizo pocas horas antes de morir- que no se cerraran al resto del mundo ni a sus empresas.

A la vista del deterioro de la rentabilidad de Total el pasado año (los beneficios cayeron un 20 % a 8.440 millones de euros en 2013 y de nuevo un 11 % en el primer semestre de 2014 a 4.824 millones), el desaparecido ejecutivo había marcado una inflexión en su estrategia, con una selección de los activos y menos ambición en la expansión de sus actividades de exploración.

Esa inflexión la confirmó el propio De Margerie el pasado 22 de septiembre, cuando al objetivo de cesiones por valor de 15.000 a 20.000 millones de dólares para el periodo 2012-2014 añadió un nuevo programa de 10.000 millones para los tres años siguientes 2015-2017.

Paralelamente, el volumen de inversiones que había llegado a un pico de 28.000 millones de dólares en 2013, debía disminuir a una cadencia de 26.000 millones en 2014 y 25.000 millones en 2017.

Todo eso redunda en un menor incremento de los objetivos de producción de petróleo y gas ya que, frente al equivalente de los 2,29 millones de barriles diarios en el segundo trimestre de este ejercicio, se espera pasar a 2,8 millones de barriles en 2017, y ya no 3 millones como se esperaba anteriormente.