Dos frases a primera hora en el Muelle Sur del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Una, entre asombro y admiración: "Aquí todo es a lo grande". La segunda, ante la estética algo recargada del buque y el aspecto de auténticos "guiris" de los pasajeros que bajaron: "Es como meter la Playa de Las Américas dentro de un barco". En base a los centros comerciales, las discotecas, los restaurantes o los espacios para el ocio del interior, podría valer para describir qué quiere y cómo es la mayoría del pasaje (de 5 a 80 años) -turista de masas ávido de sol y playa- del "Anthem of de the seas", un gigante de los mares que ayer hizo su primera escala en Canarias, dentro de su viaje inaugural.

Decenas de guaguas y cientos de personas a pie entre turistas, comité de recepción y medios de comunicación. Mucho movimiento en el muelle. Y los taxistas, alejados, a la espera de clientes. No bajaron tantos como se presumía y los que lo hicieron se dirigieron "a tiro hecho" al transporte contratado previamente. Menos aún se adentraron en una ciudad que les esperaba con los brazos abiertos. Un grupo folclórico intentaba sin mucho éxito atraerlos a ritmo de folías, isas y tajaraste. Por la tarde, en la despedida, llegaría el turno de una comparsa del Carnaval y de la recreación de la Gesta del 25 de Julio. Cañonazos incluidos, aunque en aquella ocasión, al contrario que en esta, a los barcos no se les dejó atracar.

Tras recorrer la distancia de más de tres campos de fútbol, de popa a proa y vuelta, un riguroso -y democrático, con los políticos y los demás por la misma cola- control de acceso precedió a la entrada a las entrañas del barco.

Entre vigilantes y guías, camareras y sobrecargos de todas las nacionalidades imaginables, la ruta llevó a los visitantes a uno de los salones de la cubierta cuatro donde tuvo lugar la recepción oficial. Al ritmo del "waka waka" de Shakira y entre la indiferencia de los pasajeros. Al contrario que el cariño y la calidez del capitán Klaus Anderson en su recibimiento.

El presidente de la Autoridad Portuaria, Pedro Rodríguez Zaragoza, en un buen inglés académico, ofreció al marino una metopa, un libro y, especialmente, una muestra del "canary wine", el malvasía, con guiños a la rica historia del caldo.

El alcalde Bermúdez, tras defender las bondades de Anaga y el Palmétum, recordó la victoria sobre Nelson, entre risas. Tras la bienvenida del viceconsejero de Turismo, Anderson cerró los discursos con la promesa de volver pronto.

A partir de ahí, todo un muestrario de inmensos salones, restaurantes de comida rápida e instalaciones deportivas y de ocio, incluido un aparato que encendía o apagaba las luces según el ritmo cardíaco de cada uno (Bermúdez está bien tras las elecciones). De las cubiertas 4 y 5, a la 15, tantas como pisos hay. A la entrada del ascensor la palabra "tuesday" en el suelo recordaba que ayer era martes. Aquí uno se olvida hasta del día en que vive.

En esa cubierta 15 esperaba el North Star, la gran atracción en forma de cápsula con brazo articulado para poder tomar imágenes a 91 metros de altura. La excursión prometía, pero el aparato estaba estropeado.

Alrededor, cientos de pasajeros ajenos al sitio donde el barco había atracado se tomaban su gin tonic o su cervecita en la hamaca al pie de una impresionante piscina o mejor casi un "aqualand". Enfrente una enorme pantalla daba una película. No era necesario ir a ninguna parte porque aquí todo está a mano. Para salir (los visitantes), vuelta guiada por la simpática italiana Bianca.

El "Anthem of the seas" partió a media tarde de ayer, tras ocho horas atracado, rumbo a Las Palmas y luego a Arrecife antes de dejar Canarias, a donde volverá otras cinco veces este año. Su presencia no despertó ni por asomo la expectación del "Queen Mary 2" cuando hizo escala en Santa Cruz. Tal vez porque el Muelle Sur está vedado hace tiempo a unos nativos que deben conformarse con ir "de miranda" y de muy lejos. En parte también porque el barco es grande, moderno, con últimas tecnología y lleno de comodidades o juegos, pero sin el glamour de los grandes clásicos. Puede que sea el signo de los nuevos tiempos, pero no siempre lo más grande es lo mejor.

Un "mundo" que navega

Construido en el astillero Meyer en Alemania fue entregado a primeros del pasado abril. Tiene 168.666 toneladas brutas, mide 347 metros de eslora total, 41,40 m de manga y 8,80 m de calado. Está propulsado por cuatro motores Wärtsila con una potencia de 66-800 kw y una velocidad de 22 nudos. Con bandera de Bahamas y puerto base en su capital, Nassau, todo lo que rodea a este "monstruo", un "mundo" que navega, es enorme.

El paraíso de "lo mega"

Cuenta con 2.090 habitaciones. Produce 3.250 toneladas de agua fresca al día en cuatro plantas. Ayer, con overbooking, alojaba a 4.905 pasajeros (algunos británicos o norteamericanos con la bandera de su país en la ventana), más 1.500 tripulantes. En una semana se consumen 8.500 latas y 10.200 botellas de cerveza; 11.500 de soda; 2.225 de vino, 175 de whisky y 550 de vodka, así como 18.000 pedazos de pizza. Once restaurantes, cinco espacios "de relax" para cenar y un total de 31 bares.

Espacios de ocio

Una sala multinivel con capacidad para 540 personas con vistas panorámicas al mar. Un espacio interior deportivo con minicanchas de fútbol sala y baloncesto, "cochitos locos", una escuela de circo con trapecio y patinaje sobre ruedas. Un teatro para 1.300 personas y un salón de baile para 560.