Hablar de lo peor del fútbol en países como Argentina es como lanzarse a una piscina llena de tiburones. El balompié genera pasiones hasta convertirse casi en religión, pero ni la fe en unos colores puede hacer que se pierda de vista lo evidente.

Para empezar, la corrupción. Incluso medios de comunicación internacionales se hacían eco de que el fútbol argentino había tocado fondo a principios de año. A los otros problemas de los que adolece, se sumaba recientemente el escándalo de los audios entre el presidente del Boca Juniors, Daniel Angelici, y con el ya ex presidente de la AFA, Luis Segura, y el titular del Tribuna de Disciplina, Fernando Mitjans. Todo con intención de influir en los resultados a través de la actividad arbitral.

No es mal exclusivo de Argentina, por supuesto. La misma Federación Internacional centró titulares hace dos años en el marco del FIFA-Gate, en el que se han tratado de esclarecer delitos de soborno, fraude y lavado de dinero. Es la Fiscalía de Nueva York la que lleva el caso.

La culpa no es del fútbol en sí, un deporte excepcional por las joyas visuales que nos deja o por los muchos valores que podría aportar a las nuevas generaciones. No es de un país que es fuente inagotable de deportistas de talla mundial que emocionan allá donde van. La culpa es de quienes han hecho de él un negocio oscuro y trincón, digno del que avergonzarse.

Apuestas deportivas, en el punto de mira

Lo de las apuestas de fútbol, y en general las apuestas deportivas, es algo sobre lo que los organismos competentes también han puesto el foco, a fin de regularlo. Sobre todo, con el auge de los deportes online y la popularidad que este fenómeno ha alcanzado en Europa y Estados Unidos, todavía no completamente asentado en la región.

El mundo del fútbol mueve millones de euros en apuestas, lo que puede tener implicaciones positivas en la economía de un país si el negocio se mueve en el ámbito legal. Es posible que un sector así se desarrolle bien si hay voluntad de entendimiento entre las empresas de juego y los gobiernos, como apuntó el Director de Marketing de Codere Apuestas, Ángel Fernández, para Games Magazine a finales del año pasado.

La compañía argentina, un referente en el sector, cuenta ya con 17 casas de apuestas en el mercado español. Es tanta la popularidad que han alcanzado las apuestas en la otra orilla que hoy el mercado está saturado, algo que Codere ha intentado combatir con ambiciosas campañas de marketing.

Las apuestas se ven como un dinamizador de las relaciones entre jugadores jóvenes, algo que explica el crecimiento en España según el informe “Percepción social del Juego de Azar 2016”. La explicación del auge del fenómeno se explica también, según el estudio, con la salida de la crisis. La facilidad de acceso también es otro factor analizado.

En el mundo de las apuestas pasa como en el del fútbol como deporte: hay malas prácticas. Pero no son culpa del juego per se, sino de quien hace un mal uso de él. Las casas se deben comprometer a mantener un código deontológico y cumplir la legislación, las administraciones deben controlar que así sea y los jugadores deben interesarse por la empresa que está detrás de su apuesta, y por seguir los consejos adecuados.

Lesiones habituales

Al margen de las prácticas poco honestas que están directa o indirectamente relacionadas con el fútbol, y que le otorgan una pésima imagen, están las consecuencias directas del juego. Está claro que nadie dejar de realizar una práctica deportiva por la posibilidad de lesión, a no ser que el riesgo sea manifiesto y elevado, y que son muchos más sus beneficios. Vayan estos párrafos como información para la prevención.

Y es que no se trata solo de algo reservado a la élite, cuyos futbolistas están rodeados por especialistas que harán salir mejor y más pronto de un bache que una persona “normal”, que no tiene acceso a ellos. Lesiones habituales en Primera o en una sesión de ocio con los amigos son el esguince de tobillo, el desgarro del ligamento anterior cruzado o el desgarro de los isquisiotibiales.

Un buen diagnóstico y el seguimiento apropiado por parte de un especialista son fundamentales para salir airoso de una lesión deportiva. Hablamos del sometimiento a las necesarias radiografía, ecografía o resonancia, entre otras, del buen tratamiento y no menos buenas sesiones de rehabilitación.

Ni la dentadura escapa al riesgo y, de hecho, el deporte puede llegar a ser el principal peligro para los dientes. Que se lo pregunten a Duncan Keith, el jugador de hockey sobre hielo estadounidense que perdió hasta siete en la final del campeonato. De hecho, como aseguraba el dentista británico Lyndon Meehan para BBC, las lesiones deportivas son causa principal de la pérdida de dientes en personas adultas.

Más vale hacerse con un buen listín médico en caso de problema. Empezando por poder contactar a traumatólogos de urgencia y terminando por visitar un dentista especialista como el doctor Alfredo Arizmendi, de Eideia clinica dental.

El deseo de superar las expectativas

Hay otro componente del fútbol que tampoco se puede dejar escapar en un repaso a su lado menos amable y espectacular: la presión. No es solo la que tienen los jugadores de primer nivel, que al menos cobran miles de pesos. Ni siquiera la de entrenadores o árbitros. Es también la de niños, adolescentes y jóvenes que, por presentar una calidad que puede ser muy subjetiva, soportan la presión de un entorno que lo quiere ver convertido en el nuevo Messi. Y que también se hace extensiva a su entrenador.

En los escalafones inferiores del fútbol federado y en las escuelas deportivas del no federado se insiste en un mensaje: dejad simplemente que los niños se diviertan y aprendan jugando. Algo que no siempre se interioriza.

El peor de los casos puede deparar en un tratamiento eficaz de la ansiedad, con un experto en ansiedad como este Psicologo Madrid. Ofrece, según explica, “una psicoterapia tanto para adultos como para niños de orientación pscodinámica y humanista (TFE)”. Está focalizada en las emociones.

También está muy extendida la figura del coach deportivo, que trata de extraer el talento de un deportista, entrenador o directivo para incrementar el rendimiento y eliminar obstáculos autoimpuestos. Trabaja en un plano muy distinto al experto en ansiedad, pero también podría ser de ayuda.