La compra del Banco Popular por parte del Banco Santander pone fin a las dudas de los clientes de la primera entidad, que en las últimas semanas habían retirado de forma masiva fondos del grupo, sin embargo abre serios interrogantes sobre el futuro de miles de empleados.

El pasado miércoles, el Banco Santander anunció la compra del Banco Popular por el precio simbólico de un euro, después de que las autoridades europeas constataran la inviabilidad de la entidad de manera independiente.

A pesar de que el Banco Popular seguía cumpliendo los niveles mínimos de solvencia, su liquidez estaba en entredicho y se decidió que lo mejor era intervenir para proteger a los depositantes y vender la entidad al mejor postor.

En este caso, el Banco Santander, ya que aunque se ha hecho con el Popular por un solo euro, tiene músculo suficiente para aportar la liquidez inmediata que la entidad demandaba y la capacidad de llevar a cabo una multimillonaria ampliación de capital con la que sanear el maltrecho balance del banco intervenido.

Ésta será previsiblemente la tesis que defenderá el próximo lunes en el Congreso el ministro de Economía, Luis de Guindos, quien comparece a petición propia para hablar de la intervención y venta del Banco Popular, que supone la pérdida del dinero de todos los accionistas.

A juicio de los sindicatos, una pésima gestión ha hecho imposible el mantenimiento del Banco Popular como una entidad independiente, que es lo que hubiesen preferido, conscientes de que la compra por un competidor español supondrá importantes ajustes de plantilla y sucursales, pues la red conjunta suma más de 4.500 oficinas.

Los primeros contactos entre el Santander y los representantes de los trabajadores se han producido esta misma semana, pero según reconocen distintas fuentes, serán necesarias más citas para afinar los recortes y la forma de llevarlos a cabo.

El reto es reducir una plantilla compuesta por más de 10.600 trabajadores de Popular y cerca de 23.000 de Santander España, después de que recientemente hayan salido unos 2.600 trabajadores de la primera entidad y unos 2.500 de la segunda.

Pero en el grupo que preside Ana Botín consideran que los trabajadores del Popular son clave para lograr el objetivo de no perder ni un solo cliente, es más, la idea es recuperar a los que hayan podido irse en las últimas semanas, y con ello sus depósitos.

Por eso el presidente de Santander España, Rodrigo Echenique, y el consejero delegado de esta filial, Rami Aboukhair, se encargaron de animar a los 100 principales directivos del Banco Popular de la importancia de mantener la clientela.

Tanto es así que el grupo ultima un plan de incentivos que premie a aquellos trabajadores que consigan clientes más vinculados y rentables, al tiempo que aprueba nuevos responsables en ambas redes.

Rami Aboukhair seguirá siendo el máximo responsable del negocio de Santander España, pero habrá un responsable de banca de empresa, José Corral, y otro de banca minorista, Javier Hidalgo.

De este último dependerá el nuevo encargado de la red de Popular España, Alberto Delgado, y de la de Santander España, Manuel Iturbe.

Todos ellos se encargarán de que los empleados sean conscientes de que el nuevo grupo será el primero del país por número de activos y tendrá una cuota en el negocio de pymes de entre el 20 y el 25 %, sin ignorar que las fusiones siempre se llevan empleos por delante.

Otro de los retos de la integración del Popular en Santander es contentar a muchos clientes que preparan demandas por estafa a inversores ya que eran accionistas del banco, participaron en su última ampliación de capital y ahora han perdido todo su dinero.