La fusión de la francesa Alstom con la alemana Siemens, que asumirá el control del nuevo gigante europeo del ferrocarril, pretende crear el "número dos" mundial del sector ferroviario, con dimensión para afrontar la competencia global, en particular del "mastodonte" chino CRRC.

Este es uno de los retos de la operación cuyos detalles presentaron hoy en París los responsables ejecutivos de ambas empresas, que se esforzaron en desactivar las inquietudes generadas en Francia por la caída, en manos de Alemania, de una de las joyas de la corona de su industria, el tren de alta velocidad (TGV).

El presidente de Siemens, Joe Kaeser, repitió por activa y por pasiva en conferencia de prensa que "es una fusión franco-alemana entre iguales" y que creará "un campeón europeo", con una plantilla combinada de 62.300 empleados en todo el mundo, una facturación anual de 15.300 millones de euros, una cartera de pedidos de 61.200 millones y unas sinergias esperadas de 470 millones.

Tanto Kaeser como su homólogo de Alstom, Henri Poupart-Lafarge, que asumirá la Presidencia del nuevo conjunto, recordaron que la sede corporativa estará en Saint Ouen, a las afueras de París, y que el sistema de gobernanza garantiza el equilibro.

Sobre todo, minimizaron el hecho de que Siemens tendrá una participación ligeramente superior al 50 %, y que en Alemania estará la sede operativa de buena parte de las actividades.

El directivo alemán se sacudió las preguntas sobre esas cuestiones, al replicar a los periodistas: "No se obsesionen con la nacionalidad", porque al final, dijo, el objetivo es servir a los clientes allí donde estén.

A la cuestión de por qué esta unión es ahora buena cuando hace tres años el entonces ministro de Economía y ahora presidente francés, Emmanuel Macron, la descartó por sus "duplicidades" y las "diferentes culturas empresariales", Kaeser arguyó que "las cosas cambian".

El ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, ya se había anticipado desde primera hora de la mañana, al señalar que ha recibido "garantías sólidas" de las dos empresas sobre el mantenimiento del empleo en Francia y, sobre todo, la preservación de "la totalidad de las plantas de Alstom" en el país.

Reaccionaba así a las críticas recibidas de la oposición de derechas y de izquierdas, varios de cuyos responsables se han quejado de que el Gobierno haya aceptado una operación que se presenta como un ejemplo de cooperación francoalemana, pero que juzgan desequilibrada.

El Estado francés ha renunciado a ejercer una opción de compra que tenía de un paquete de acciones de Bouygues (hasta ahora primer accionista de Alstom) que le hubiera permitido disponer de una participación de entre el 15 y el 20 %, porque, según Le Maire, no tiene sentido estar en el capital sin intervenir.

Más allá de esta polémica, el reto industrial y económico del nuevo Siemens-Alstom es dar la talla frente a CRRC, creado en 2015 de la unión de dos conglomerados estatales chinos, que cuenta con una plantilla de 180.000 personas y una facturación anual de 224.000 millones de yuanes (unos 28.600 millones de euros).

Poupuart-Lafarge reconoció que ese grupo chino es "extremadamente fuerte" y que también hay otros competidores chinos o japoneses, pero mostró confianza en el conjunto que va a dirigir por la proximidad con sus clientes, gracias a su implantación en más de 60 países y por sus innovaciones tecnológicas.

En cuanto a una posible alianza con el alemán Bombardier, con el que había rumores hasta hace unas semanas de una fusión con Siemens, tanto él como Kaeser no cerraron totalmente la puerta, pero dijeron que por ahora no pueden dispersar sus esfuerzos.

Sobre el futuro de los productos estrella de ambas empresas -el TGV de Alstom y el ICE de Siemens- recordaron que no son trenes exactamente iguales y que hay un interés comercial en mantener en su cartera una gama variada para responder a demandas diversas.

Pero también barajaron la posibilidad de que en el futuro haya una plataforma única de trenes de alta velocidad Siemens-Alstom, que podrían fabricarse en las factorías que uno y otro tienen actualmente en Hamburgo (Alemania) y en La Rochelle (Francia).