Interpretar a la protagonista de "¡Ay Carmela!" es un regalo que solo ha recibido un selecto grupo de actrices entre los que destacan Verónica Forqué, en el teatro, y Carmen Maura en la adaptación cinematográfica del texto escrito por José Sanchís Sinisterra.

El honor y la responsabilidad de dar vida a este querido personaje recae ahora en Elisa Matilla, que, junto con Daniel Albaladejo y bajo la dirección de José Bornás, hacen posible este montaje que recala hoy en el teatro Leal de La Laguna, pocos días después de su estreno en Murcia.

Matilla, cuyo rostro se ha colado, por méritos propios, en el listado de los más conocidos de la pequeña pantalla de los últimos años, se encuentra en un momento dulce de su carrera. No en vano, compagina la gira de esta obra con la de la comedia "Lifting" y está a la espera del estreno de la película "Omnívoros", de Óscar Rojo y una nueva entrega de la serie "Tierra de Lobos".

La obra que representa hoy en el teatro Leal es, tal vez, una de las más conocidas y más queridas por el público. ¿Contiene algún ingrediente o un enfoque nuevo?

Hemos respetado el texto absolutamente. Prácticamente, se podría decir que no cambiamos ni una coma del texto original. No obstante, hemos optado por profundizar más en la historia de Paulino y Carmela, estos dos perdedores que se necesitan el uno al otro. Por tanto, hemos evitado hacer algo excesivamente político y nos hemos centrado más en la parte humana de esta historia.

¿Se trata de un enfoque deliberado, teniendo en cuenta el momento político en el que estamos?

En absoluto, simplemente es porque ha salido así. Normalmente, en los ensayos vas probando cosas, y, en esta ocasión, vimos que había un lado humano que estaba por encima del contenido político que, evidentemente, está muy presente en la función, porque describe una escena costumbrista de la Guerra Civil española.

El montaje se estrenó el pasado 21 de febrero en el teatro circo de Murcia y su segunda parada es en Tenerife...

Si, en Murcia hicimos cuatro funciones y esta sería la quinta, así que llega muy fresquita. A continuación vamos a Toledo y después seguimos rodando, pero todavía no tenemos cerrada la programación porque las fechas en el teatro ahora se confirman bastante tarde.

¿Cómo está afectando la crisis al teatro?

Lo que más le ha afectado ha sido la subida del IVA, que ha supuesto una auténtica puñalada. Todo esto es una locura, ya que el teatro es cultura y debería estar mucho más cuidado, igual que ocurre en otros países. Por ello, considero que el Gobierno debería recular. Aún así, te diría que, tras pasar un momento bastante delicado, en Madrid y otros muchos sitios de España, la taquilla ha empezado a animarse sensiblemente en los últimos meses. Eso incide en la idea de que, a pesar de todo, el teatro siempre sobrevive. Es de los pocos espectáculos que no te puedes descargar de internet porque la gente prefiere vivirlo en directo.

¿Qué tal ha sido la relación con el resto de personas que conforman el montaje; su compañero de reparto Daniel Albaladejo, y el director José Bornás?

Dani y yo hemos tenido una química brutal, ya que ambos apostamos por la misma manera de trabajar. Además, encarnamos a dos personajes a los que vemos pasar por mil estados de ánimo y eso une bastante. En cuanto a Pepe, es un director maravilloso con el que me he entendido a la perfección y por el que he desarrollado una gran admiración, por su capacidad de escuchar, por cómo conoce a los actores y por el amor que tiene por esta profesión.

¿La logística dificulta que obras de referencia a escala nacional, como ésta se representen en el Archipiélago?

Hoy por hoy es un inconveniente para todas las comunidades, independientemente de su ubicación geográfica. Esto lo sufre todo el mundo, no solo Canarias. Ahora mismo, los grandes decorados y los montajes con muchos actores son muy difíciles de mover. Una de las cosas que ha traído la crisis es que ninguna producción privada se arriesgue con este tipo de proyectos. Así que hay que empezar a hacer las cosas con más cabeza y menos medios.

Precisamente, esto está provocando que algunos actores recurran a los montajes en pequeños locales e, incluso, en viviendas particulares...

La originalidad nunca está de más. Solucionar con la imaginación las cosas que antes se arreglaban con dinero es un buen ejercicio, pero solo para un tiempo de crisis. Así que, crear nuevos formatos es positivo, aunque no es algo que se deba perpetuar.

La relación entre el Gobierno y el colectivo de actores nunca ha sido especialmente buena, pero se podría decir que en los últimos meses se ha vuelto más tensa que nunca...

Ahora mismo los políticos necesitan cortinas de humo para que no se hable de ellos y cualquier excusa es buena.

¿Les habrá dolido todas las críticas recibidas en la última gala de los Goya?

Realmente, no creo que se sientan afectados ni dolidos, sino que lo que pretenden es distraer a la sociedad.

Su extenso currículum contiene multitud de proyectos teatrales, televisivos y cinematográficos. ¿En qué faceta se siente más cómoda?

Afortunadamente he podido tocar los tres medios y saber cómo se trabaja en cada uno de ellos. Lo que más me gusta del teatro es el proceso de ensayo, en el que el actor y el director trabajan codo con codo. Además del contacto directo con el público. El percibir cómo te está escuchando, cómo te está sintiendo... Todo eso lo nota un actor desde el escenario. Muchas veces los grandes silencios o las toses en un teatro delatan cómo va la función de ritmo y otras muchas cosas.

Entre sus compañeros de profesión, ¿quién le ha influido más?

Mi carrera está bastante unida a Juan Luis Iborra, el director de teatro y de cine y televisión. Prácticamente, si miras mi currículum, se podría decir que soy una "chica Iborra", porque he trabajado con él desde hace casi 20 años. Nos conocimos en 1989 cuando él era guionista en el programa "¿Pero esto que es?", que yo presentaba, y desde entonces hemos seguido trabajando juntos. Además de él, destacaría a Concha Velasco por su gran disciplina y sus inmensas ganas de trabajar. De ella he aprendido esa actitud maravillosa que me ha marcado para el resto de mi vida profesional.