Woody Allen, Jerry Lewis, Danny de Vito, Tom Cruise, Leonardo di Caprio, Francis F. Coppola, Steven Spielberg... La nómina de admiradores es interminable. David Larible ha sido durante muchos años una de las ofertas más rentables de Broadway. Su espectáculo de "clown" ha competido de tú a tú con musicales, obras de teatro, conciertos e incluso con la NBA. Y es que el italiano reunió en media docena de funciones a más de 120 mil personas en el Madison Square Garden.

omina seis idiomas, tiene conocimientos de danza clásica y se formó durante años en el conservatorio. El italiano David Larible no es un "clown" cualquiera. Su nariz roja se ha asegurado la admiración de una gigantesca legión de seguidores en los cinco continentes. Larible estará en el Auditorio de Tenerife Adán Martín el 18 y 19 de mayo con el mismo espectáculo que acaba de traerlo por primera vez a la cartelera madrileña; la propuesta que ha mostrado hace unos días en la India. "Un artista siempre tiene que tener las maletas listas", declara el cómico nacido en Novara.

Para Larible no es una ofensa que lo llamen payaso. "Es mi trabajo, aunque no sea el concepto tradicional del payaso", argumenta un creador que ha madurado al calor de la industria circense que también ha acabado por atrapar a una hija de 23 años, que trabaja como acróbata del aire, y a un hijo de 15 que prefirió los juegos malabares. "El circo es parte de mi vida... He vivido dentro de él tanto tiempo que no me imagino en otra profesión", afirma en una entrevista concedida a EL DÍA. De Tenerife sabe que es una isla -a Larible le gusta eliminar tensiones laborales a la orilla del mar- en la que siempre hay sol. "Cuando llevas mucho tiempo en el frío buscas unas temperaturas algo más cálidas", bromea un "clown" que no reniega de las reminiscencias de Charlie Chaplin.

Siete generaciones han moldeado el espíritu de un hombre que no se considera un animador... "Yo no hago reír por reír, ni humillo a nadie. Los espectadores actúan como si fueran mis cómplices porque captan el respeto con el que los trato", revela segundos antes de emitir una curiosa reflexión. "La vida no hay que tomársela demasiado en serio porque cada vez que dejamos de reír ocurre algo malo: Hitler, Mussolini, Stalin... Nunca se llegaron a reír de ellos mismos ni nadie se rió con ellos", utiliza como ejemplo un "clown" al que le gusta conocer mundo.

"David Larible. The Clown" es un álbum escénico a partir del cual este piamontés ofrece lo mejor de su carrera. "Cuento la historia de un hombre que trabaja limpiando un teatro y que termina siendo una estrella", adelanta sin querer desvelar un secreto que, a su juicio, oculta una gran enseñanza. "Cualquiera puede llegar a hacer algo grande si le dan la oportunidad", añade un ser que no sabe definir al cien por cien el concepto de gracioso. "Si eso está dentro de ti, lo que tienes que hacer es desarrollar otras facetas -danza, música o teatro- porque lo otro fluye sin que te des cuenta", aconseja un profesional de la risa que llegó a competir con Rainiero de Mónaco. "Tenía un humor increíble y era buena persona", resume Larible antes de sintetizar como se fraguó aquella amistad. "Era un amante del circo y tuve la oportunidad de conocerlo en 1988 -a Larible lo coló la organización del Festival de Circo de Montecarlo en uno de esos espacios muertos que se crean entre las actuaciones de las grandes figuras-, cuando gané el Clown de Plata. Al volver todavía se acordaba de mí y abrimos una bonita amistad entre nosotros; una relación entre unas personas fascinadas por el mayor espectáculo del mundo".

Hijo de un trapecista y de una acróbata ecuestre, David Larible se sincera en el instante en el que desnuda su admiración por figuras del circo como los Rudi Llata, Oleg Popov o Charlie Rivel. "Ese es el circo que yo conocí, el que viví observando a mis padres. Su idea era que hiciera otras cosas, pero eso es casi imposible. Me despertaba en el circo, comía en el circo y dormía en el circo... ¿Cómo no iba a sentir el circo?", se cuestiona sobre un modelo que ha tenido que sobrevivir a múltiples crisis. "No conozco ni un solo circo que en alguna etapa de su existencia no se viera afectado por la falta de ingresos o de espectadores... El gran siempre era volver al día siguiente y eso se consiguió en muchas ocasiones", elogia sobre un modelo que se ha adaptado a los nuevos tiempos.

Y es que David Larible ha sustituido una vieja carpa instalada en un descampado de Brooklyn por la por la cubierta del Madison, el serrín de una pista ubicada en las afueras de Madrid por las comodidades del Teatro Circo Price o el riesgo que asumían los equilibristas por la novedad de descubrir lugares como Tenerife. "Aquel era otro circo... Un circo mucho más familiar, pero las emociones no se han perdido. Esas continúan intactas", recomienda el hombre que en un mes se presentará en esta capital con el proyecto "David Larible. The Clown".