Es futbolero por afición -socio del Real Valladolid y seguidor de la Ponferradina- y por alguna que otra colaboración con el periódico en el que escribe su columna de opinión y el espacio "Radio Estadio" (Onda Cero). Amante de la escritura, la lectura y la música, el leonés Leo Harlem (1962) considera que en este país "hay un modelo de hacer televisión que nos está empobreciendo", argumenta un humorista que hoy compartirá el escenario del teatro Guimerá con Dani de la Cámara.

¿La salud del fútbol español, por ahora, parece algo más sólida que la de la cultura?

La cultura en España siempre ha estado mal, entre otras cosas, porque a la gente lo que le gusta es hacer el golfo y pasárselo bien. En este país el sistema educativo tiene menos peso que la televisión; los ciudadanos solo creen en lo que sale en la tele. Hay amigos que están haciendo cosas muy potentes y con calidad que no son capaces de convertir en realidad ese proyecto... Antes, en cambio, no era necesario llenar un teatro para que te pagaran un pastón por algo que dejaba mucho que desear.

¿Un monologuista es un cronista de la realidad?

Hay muchos estilos... Unos son más agresivos; otros buscan la ironía. Lo normal es que te alimentes de lo que ves. Las personas son nuestra inspiración, aunque en un primer momento ese punto de partida no sea muy divertido.

¿Cuál es la fórmula que usa para dar forma a uno de sus alegatos?

Yo busco o me encuentro el tema. Luego, construyo una tormenta de ideas y procuro tirar de las cosas que me hacen gracia... Yo soy un tipo renegado que está harto de las moderneces, es decir, que en realidad no hay ninguna diferencia con el que sale al escenario. Me gusta lo sencillo y, sobre todo, ser creíble. Yo no puedo contar historias de un chaval de 20 años porque tengo 50.

¿Quiere decir que el Leo que va a salir al escenario del Guimerá y el que ahora está hablando por teléfono es el mismo?

Sí, lo que pasa es que el que está al otro lado del auricular tiene la garganta hecha polvo y la verdad es que no está para demasiados excesos... Yo digo lo que siento, lo que pasa es que lo hago de una forma muy cómica y todo lo exagero un poco.

¿Y cómo analiza un artista esta gran espiral destructiva que se ha instalado en todo el país?

No sé cómo están las cosas por en Canarias, pero en Andalucía es muy complicado vender entradas... La crisis no es igual en todos sitios; hay lugares en España donde todo parece que está aún peor.

¿En Canarias? Aquí en los últimos datos del paro, en lugar de bajar como en el resto de España, hemos aumentado las cifras de desempleados...

Es que hemos entrado en una dinámica muy destructiva. Aquí los únicos que se están salvando son los chinos... Nos hemos acostumbrado a dar dinero por lo más barato y así nos va. La gente deja de leer periódicos, los bares cierran, las fábricas de colchones quiebran... En España nos estaban educando para vivir mejor o igual que el vecino, pero es que el vecino está igual de jodido que nosotros.

¿Ir a taquilla o rebajar el caché es la única vía para seguir estando en una posición más o menos privilegiada?

Sí... Pero ese no es un problema exclusivo de los artistas. Es cierto que hoy cobramos tres o cuatro veces menos que hace nada, pero también es verdad que los que tienen la suerte de trabajar no están cobrando las horas extras que antes sí les pagaban o han visto reducido considerablemente su salario.

¿La censura también funciona en el monólogo?

No soy un hombre al que le gustan los follones... Siempre hice lo oportuno y sin herir a nadie. Es muy probable que pudiera hacer un humor escandaloso, pero me he dado cuenta de que no sirvo para hacer monólogos agresivos. Esto es como todo en la vida. Hay autores que escriben libros suaves y otros que se inclinan por una temática más dura. Con los músicos pasa tres cuarto de lo mismo. Unos deciden hacer canciones tranquilas y otros te invitan a matar a un guardia civil... Mi autocensura empieza en el punto en el que rozó un comportamiento que si lo observo en otro artista no me agradaría. Crear tensión en los espectadores encadenando insultos y gritos no es humor. Eso es otra cosa. A nadie le gusta que le humillen en público por un humorista.

¿Algunos políticos lo tendrían difícil en el "Club de la Comedia? No lo digo por lo divertido que puedan llegar a hacer, sino porque no suelen hablar... ¡Ni saben, ni contestan!

Sabe lo que pasa es que a mí nunca me ha interesado ese mundo. No es algo nuevo. Siempre he tenido la sensación de que las personas que querían ser representantes de los demás en el colegio, en el instituto o en la universidad eran muy pobres... Gente que no aportaba nada y que ha medrado gracias a un cargo. Yo no hablo de esto porque no quiero meterme en líos, pero la política me parece algo triste que rezuma mucha mediocridad. Prefiero reírme de nuestros problemas porque, no nos engañemos, nosotros fuimos los que los pusimos ahí. Algo de culpa tendremos, ¿no? Cuando un arquitecto se llevaba tres mil millones por construir un edificio el que le servía el cemento no decía nada. Hoy, en cambio, solo se oyen quejas, algunas injustas porque las hacen personas que estaban calladas en la época de vacas gordas.