Ahora que el Anticristo se pasea entre nosotros disfrazado de amable redentor y exhibiendo maneras de chico bien, llega una película como "The conjuring" ("Expediente Warren") que nos recuerda cómo el mal puede seguir mostrándose en sus formas tradicionales: oscuras, insidiosas, violentas.

Bien es cierto que la película del malayo James Wan no nos remite al presente (a ese mundo desigual gobernado por plutócratas y banqueros que recomiendan austeridad a las masas mientras ellos viven en la opulencia), sino a un pasado relativamente cercano en el que la felicidad, ese ilusorio edificio, comenzó a desmoronarse a golpe de terror. Mientras Estados Unidos iba desangrándose en Vietnam, la familia Manson asesinaba en los 60 a los sones de "Helter Skelter", la policía empezaba a no dar abasto con los criminales seriales encabezados por el asesino del zodíaco y William Peter Blatty, autor de "El exorcista", inspiraba en 1973 la madre de todas las películas sobre el demonio, con permiso de Benjamin Christensen.

De aquella época datan también las horripilantes experiencias de la familia Perron, que a comienzos de los años 70 tuvo la desafortunada idea de habitar una casa de campo en Rhode Island, ignorando que allí se habían cometido una serie de brutales asesinatos cuyo origen se remonta al célebre proceso de las brujas de Salem, a finales del siglo XVII.

Con independencia del crédito que se dé a su historia (hay quien la pone en cuestión), no hay duda de que estamos ante un gran relato de horror, tratado por Wan como si él se encontrara ante la misma posición "reveladora" que tenía William Friedkin al rodar "El exorcista".

Los detractores de estas películas suelen despacharlas con el calificativo de "efectistas". Y es verdad que en "Expediente Warren" hay numerosos efectos estratégicamente colocados a lo largo de la historia. Pero no es menos cierto que Wan demuestra unas dotes nada corrientes para filmar lo extraño y lo malsano, revelándose como un inquietante creador de atmósferas. La prueba está en que cada rincón de la casa de Harrisville parece secretamente animado, cada objeto una amenaza, cada puerta un pozo abisal y cada esquina el lugar por el que va a asomar el mal, como sucedía en la magistral "El resplandor".

Las debilidades de "Expediente Warren" son otras. Tras su excelente primera parte, enriquecida por las secuelas que el trato con el mal deja en el matrimonio de investigadores que da título a la película, el film decae en la parte central coincidiendo con la irrupción de un típico policía y un técnico de grabación de rasgos orientales, apariciones que hacen que la película pierda parte de su angustioso misterio (a ratos insoportable para el espectador) y derrote hacia un "thriller" de acción basado en fenómenos paranormales, lo que para mí supone bajar un escalón dentro del itinerario fantástico, como ya ocurría en "Insidious".

Por otro lado, los años 70 solo son un eco sordo, casi un psicofonía, entre las voces de la época que los guionistas quieren hacer sonar entre susto y susto. En este sentido, "Expediente Warren" carece del poderoso "background" de "Zodiac", de David Fincher; pero, en conjunto, no creo que los aficionados al género de casas encantadas puedan presentar muchas más quejas contra Wan.