Anoche actuó en Arona, hoy está en el Espacio Cultural Aguere de La Laguna (21:00 horas), mañana se marcha a Tacoronte, el sábado es la oferta estelar del pub santacrucero El Hombre Bala (21:00 horas) y el próximo domingo cierra su gira tinerfeña en El Médano. El humorista granadillero Ignatius Farray (1973) es uno de los rostros más conocidos de la "Paramount Comedy". Titulado en Ciencias de la Información, Juan Ignacio Delgado Alemany siente un enorme magnetismo por el lenguaje operístico. "La ópera es el espectáculo total... Cuando yo aparezco en un escenario estiro al máximo todas mis intervenciones hasta generar una atmósfera operística", admite un monologuista sin método que construye todas sus reflexiones shakesperianas y poesía erótica con una dosis importante de locura y, sobre todo, mucho corazón.

¿Tan mal vio el panorama laboral en el sector de la información como para enrolarse en el mundo del humor?

La verdad que muy claro no lo vi, pero hacer comedia está igual de jodido. Yo me especialicé en la rama de Imagen y Sonido y tampoco busqué demasiado al acabar la carrera. En lugar de intentar trabajar en España me fui a Inglaterra dos años y fue allí cuando tuve mi primer contacto con el "Comedy Club". La experiencia en Londres y no tener nada asegurado me llevó a prepararme una actuación y aquí sigo. ¡Dando gritos!

¿Tiene claro dónde está la línea que separa a Juan Ignacio de Ignatius Farray?

Mis amigos dicen que saben diferenciar a la persona del personaje. En realidad yo no tengo nada claro que haya creado a un personaje, por lo menos sé que no lo hice de forma predeterminada. Sobre un escenario hay un poco de locura, una lucha con mi yo sublimado y una corriente favorable que crece a medida que aprovechas la confianza que te transmite el público.

¿En sus monólogos existe una fórmula mágica o un punto de partida desde el que construye esas historias?

Sí que hay un repertorio base, pero siempre intento improvisar porque cada noche es distinta... No tengo ni un método ni una técnica determinada; prefiero aliarme con la locura y dar vida a un monólogo desde el corazón.

¿No tiene la sensación de que en España este género ha pasado de ser una especie de "boom" a un ciclo de cierta saturación?

Es verdad que la escena está muy masificada, pero que el monólogo encontrara su espacio en España era algo de justicia... De la misma manera que en su día llegó el rock and roll, esto fue como una ola de modernidad para la comedia que se estaba haciendo en algunas ciudades de este país. Puede ser que haya perdido frescura por la gran cantidad de humoristas que se han apuntado al carro del monólogo y que algunos espacios solo sean unos moldes donde se repiten unas reglas, pero el espíritu con el que desembarcó esta propuesta artística en España sí que se mantiene intacto. En Estados Unidos en los años 80 o en Inglaterra en la década de los 90, el monólogo se convirtió en un elemento "underground", casi contracultural, que emergió como alternativa a una sociedad convulsa que estaba en dificultades.

¿Pero tal y como está planteado el monólogo en la actualidad se podría decir que continúa siendo un fenómeno contracultural?

Por lo que se puede ver en "En el club de la comedia" o en "Paramont Comedy" no, pero sí que hay cómicos que se mueven en esa vertiente contracultural. Lo que ocurre es que aún no han llegado a esos canales de televisión. El "stand-up comedy" sí que es alternativo, contracultural y transgresor, pero esa onda más provocativa se ha reducido a pequeños círculos.

¿Ha influido mucho la obra de Gila en la renovación de las reglas de la comedia española?

Es un precedente que siempre hay que tener muy en cuenta, pero Manolo Vieira es tan grande como lo fue Gila dentro de la mejor escena cómica nacional. A mí me parece que el humor de Vieira es más puro, aunque seguramente menos conocido a nivel nacional que Gila. La obra de Manolo Vieira es igual de pionera que la de Gila, aunque en ambas hay matices que las hacen ser diferentes.

¿Aparecer en un escenario y soltar lo que los espectadores quieren escuchar es una ventaja?

No es lo que el pueblo quiere oír; es lo que tú quieres decir... Dicho de la otra manera se podría entender que existe una manipulación. La gente no es tonta y cuando vas en ese plan, a buscar la risa fácil, lo nota enseguida. El escenario es una válvula de escape porque el público que te da su confianza exige que uno no se corte... Para mí el "stand-comedy" es un arma muy poderosa que te ofrece la posibilidad de pasarte de la raya, pero uno también tiene la obligación de saber aprovechar ese cheque en blanco que recibes.

¿En ese cara a cara entre el artista y los espectadores se llega a perder el ridículo?

En el escenario puedes llegar a sentir una vulnerabilidad extrema, pero lo único que no te puedes permitir es refugiarte en una trinchera y dejar de ser natural. El miedo y los nervios son comportamientos difíciles de disimular. Ahí fuera se valora mucho más que el artista sea honesto; eso importa más que un gran guion.

¿Alguna vez ha pensado reinventarse como artista?

Yo ironizo sobre eso. La gente, por ejemplo, sabe que yo hago lo del grito sordo (abrir la boca) y que esa es la misma mierda (ríe) que está dentro de mis espectáculos desde hace muchos años. Lo que trato de explicar es que esto no hay que tomárselo muy en serio y que es necesario reírse de uno mismo. Esa es una forma de reinventarse, ¿no? Es cierto que nunca te quedas muy satisfecho del trabajo o llegas a un punto en el que parece que no hay una salida, pero sí que la hay. Lo único que tienes que hacer es molestarte en buscarla.