Veinticinco años vinculados al mundo del espectáculo es una cifra de la que pocos artistas pueden presumir en sus curriculum vitae. En este tiempo, este "hombre orquesta" de la escena española ha ejercido desde actor, guionista y director hasta eventual encargado del sonido o de la iluminación. En realidad, se ha fogueado en todos los ámbitos del negocio de la interpretación salvo en el referido a los servicios jurídicos, pese a su licenciatura en Derecho.

Esta tarde, a partir de las 19:00 horas, ofrecerá al público que acuda al Espacio Cultural Aguere, de La Laguna, su "show" titulado "Evoluzión", una sesuda y divertida reflexión sobre el porqué de los comportamientos más absurdos del ser humano. No sería de extrañar que su próximo reto sea el "asalto" a la cátedra de Antropología de cualquier universidad.

Hay muchos compañeros de profesión que le consideran como el mejor monologuista de España. ¿Es que tiene muchos amigos o es que los tiene amenazados con algo para que hablen bien de usted?

(Risas) Quiero pensar que es porque tengo muy buenos amigos y que hay gente estupenda en este oficio que me quiere mucho.

¿Y cuál es el secreto para que todo lo que haga funcione?

Creo que, fundamentalmente, se debe a los 25 años que llevo en esto. He hecho todo tipo de teatro, desde el clásico al contemporáneo. Podría decir que encima de un escenario no hay nada que no haya hecho; desde interpretación hasta la iluminación y el sonido. Así que no hay ninguna fórmula mágica, solo trabajo, trabajo y mucho trabajo.

A la hora de la verdad, ¿qué importa más, el ingenio y la capacidad de improvisación del que salta al escenario o contar con un texto muy elaborado?

Uno puede estudiar y trabajar mucho, pero si no tienes la chispa necesaria para esta profesión no te va a servir de nada. Sin ese punto de gamberrismo y de querer jugar con la gente no llegas a ningún sitio. Aunque suene ñoño, las ganas de divertir al personal es lo único que hace que esto funcione.

Entonces, como reza el dicho, se toma muy en serio lo de ser divertido.

Efectivamente. Es que no hay otro remedio. Teniendo en cuenta la situación en la que estamos, debo reconocer que yo soy un privilegiado, por tanto, ¿cómo no me voy a tomar en serio mi trabajo? Además, ahora los humoristas estamos cumpliendo una función social que es animar al pueblo.

¿En su oficio qué hace falta más, un punto de caradura o tirar del manual del buen sociólogo?

Uso bastantes dosis de ambas cosas. Además, también se puede ser un sociólogo caradura, y no hay más que ver los que hacen las encuestas políticas para darse cuenta. Suelo aderezar mis espectáculos con algo de formación para el espectador. Una de las cosas que más me gustan es que, al final del "show", no solo me digan que se han reído mucho sino que, además, se ha enterado de algo. Es decir, para mí el espectáculo debe de ser un todo en el que es necesario desde la sociología hasta tener un rostro impresionante.

Es usted licenciado en Derecho. ¿Le ha servido de algo a la hora de ejercer su profesión, o tiene el título para defenderse ante una hipotética querella?

Jamás he ejercido como abogado. Lo más parecido de mi relación con el mundo de la Justicia fue cuando tuve que dar unas clases, pero de teatro, en una prisión, y hablaba con los presos de sus problemas penales, pero de manera informal. En realidad me alegro mucho de no haber ejercido nunca esa profesión. La estudié solo por darle tranquilidad a mis padres.

Con la que está cayendo ahora, ¿de qué se ríe la gente?

De su desgracia. Tenemos la ventaja de que somos un país, que, pese a los numerosísimos defectos que poseemos, tenemos también una grandeza enorme que es no venirnos abajo y reírnos de nuestras propias desgracias para intentar sobreponernos a ellas.

¿Y de qué se ríe usted?

De muchas cosas, desde trabajos muy buenos que hacen algunos compañeros hasta de discursos políticos que se escuchan de manera cotidiana. Me río con que volvamos a tener otra vez los mismos problemas que teníamos en el siglo XIX, de separación de clases y de fronteras. Yo pensé que estábamos en el siglo XXI y en realidad lo que ha pasado es que hemos vuelto al siglo XIX.

Cree que al asesor que escribió el discurso de Ana Botella ante el jurado del Comité Olímpico Internacional habría que echarlo a los leones o enrolarlo como guionista en el Club de la Comedia?

El Club de la Comedia no hace ese tipo de humor, ya que es mucho más sutil. Yo creo que su rol estaría mejor como cuentacuentos infantil.

Y, por sus dotes de declamación, ¿tendría Ana Botella cabida en el mundo de la interpretación?

En cuanto a su nivel de inglés, le ha pasado lo mismo que a la mayoría de los españoles, que no tienen ni idea, pero ese no es su gran problema sino el de hablar como si estuviera loca.

Por el contrario, ¿qué es lo que no le hace ni pizca de gracia?

Ver cómo crece la miseria y la pobreza y cómo engañan a la gente. Comprobar lo fácil que es quitarle al pueblo cada vez más cultura y meterles cada vez más en su crisálida de pobreza.

Hace poco se lanzó un globo sonda con una supuesta marcha atrás en la subida del IVA a la cultura. ¿Confía en que se cumpla?

El problema no es tanto que suban o bajen el IVA, sino que dejen que la gente decida qué cultura quiere ver y que dejen de subvencionar culturas oficiales en función de amiguismos de partidos.

Hay muchos compañeros de profesión que están pasándolo muy mal por falta de trabajo, o que han tenido hasta que tirarse de un trampolín. Sin embargo está usted que no para.

Lo que ocurre es que yo siempre he estado embarcado en muchos proyectos y no espero a que venga nadie a hacerlos por mí. La ventaja que tengo es que escribo, dirijo y actúo. Así que cuando no es una cosa es otra. Por otro lado, lo que te prestigia es las decisiones que tomas y hay veces que hay cosas menos confortables de hacer, pero más dignas. Eso no quiere decir que si mañana me tengo que tirar de un trampolín intentaré ser el mejor saltador del mundo.