En el norte de la provincia de Tarragona y con una extensión que ocupa unos 650 km² encontramos la comarca en la que se extienden los viñedos de la Conca de Barberá.

Una región que por sus condiciones naturales resulta muy interesante para el cultivo de la vid. Sería en la Edad Media cuando la viticultura comenzaría a adquirir un papel principal en la región. La Orden de los monjes cistercienses de la abadía de Santa María de Poblet y los monjes-guerreros de los Templarios establecidos en Barberà transmitieron a los agricultores sus conocimientos y experiencias sobre la enología y la viticultura.

A mediados del siglo XIX, la exportación de vino y aguardiente hacia el norte de Europa y el continente americano hicieron que la viña resultara el cultivo prioritario de la comarca, siendo la época de la construcción de terrazas y bancales en las montañas para conseguir la máxima superficie de suelo cultivable.

En 1903, se crearía la primera bodega cooperativa en el pueblo de Barberá.

Disfrutan de un clima mediterráneo dada la relativa proximidad al mar, aunque en las zonas del interior es de tipo continental, de inviernos fríos y veranos muy calurosos, típico de las comarcas de Lérida. La sierra de Miramar y el estrecho de la Riba permiten cierta influencia de los vientos húmedos del mar, registrando una pluviometría media de 450-550 mm. Si hacemos referencia a la temperatura, la media anual oscila entre 13 y 14ºC.

Las variedades tradicionales para elaborar vinos blancos son macabeo, parellada (mayoritaria con 3.300 hectáreas de cultivo), sauvignon blanc y chardonnay, con las que se consiguen elaborar blancos frescos y aromáticos e incluso fermentados en barrica con su consiguiente densidad y persistencia. El vino rosado más característico de la comarca proviene de la uva tinta trepat, una variedad autóctona de la Conca de Barberá.

En cuanto a los tintos, podemos encontrar experiencias con ull de llebre (tempranillo), garnacha, mazuelo, monastrell, garró, samsó e incluso cabernet sauvignon, merlot, pinot noir y syrah, consiguiendo un abanico que engloba los tintos jóvenes y frutales con los más estructurados y contundentes.

En el apartado gastronómico, resulta imprescindible degustar los productos de panadería y pastelería como las cocas dulces, la miel de Blancafort, el azafrán de Rocafort de Queralt o las castañas de Vilanova de Prades. No olviden probar las longanizas y las butifarras blancas o negras. Disfrútenlos.

¡Salud!