"Enamorada" de la cocina japonesa, la chef catalana Carme Ruscalleda, que tiene restaurante en Tokio, se ha visto obligada a levantar un "muro mental" para resistirse a los encantos de la gastronomía nipona y mantener su identidad mediterránea.

Ruscalleda, única cocinera del mundo con cinco estrellas Michelin, aseguró hoy, en entrevista en Tokio, que lo suyo con la cocina nipona fue, prácticamente, amor a primera vista.

"La cocina japonesa me atrapó la primera vez que tuve contacto con ella. Quedé tan impresionada, tan enamorada, que tomé la voluntad personal de construir en mi mente un muro muy grueso para no convertirme en japonesa", explicó Ruscalleda.

La prestigiosa chef catalana viajó a Japón por primera vez en 2003, un año antes de abrir en Tokio su segundo restaurante Sant Pau -el primero es el de San Pol de Mar (Barcelona)-, y actualmente se traslada al país asiático dos veces al año -en mayo y noviembre- para participar en eventos especiales.

En 2005 logró tres estrellas Michelin con su restaurante de San Pol de Mar y en 2007 obtuvo otras dos estrellas en la competitiva Tokio, que la Guía Michelin considera capital mundial de la gastronomía.

En Tokio, Ruscalleda ha mantenido encuentros con profesionales del sector y ayer asistió a una clase de catalán "muy culinaria" en el Instituto Cervantes de esa ciudad, donde explicó a los estudiantes entresijos de la gastronomía de Cataluña.

"Fue una clase emotiva y maravillosa, viendo ese esfuerzo de ellos por hablar una lengua, con el mismo esfuerzo que representa para nosotros hablar japonés", explicó la chef.

Ruscalleda cree que en Japón la cocina mediterránea del Sant Pau es vista como "exótica", porque cuenta con tres elementos fundamentales que no aparecen en la dieta nipona: "El trigo, el vino y el aceite".

Pero desde el punto de vista "conceptual", puntualizó, ambas tienen muchas similitudes, desde "la estacionalidad" del producto hasta "el respeto al punto de cocción" y "el juego gustativo en el plato".

Por eso, en la cocina de sello catalán de Ruscalleda se han ido "colando" finalmente algunos productos y técnicas de la cocina japonesa, sin que ello haya afectado a su identidad mediterránea.

Ejemplo de este "juego" de fusión es un ravioli vegetal de tres texturas que se sirve en el Sant Pau, acompañado de un "dashi" (caldo utilizado en la cocina japonesa) que, en lugar del tradicional pescado, utiliza el preciado jamón ibérico, sólo que en este caso desecado con una técnica nipona.

Si por algo se define el comensal japonés, según la chef, es por ser "refinado y exigente", muy sibarita y defensor de "la pureza de los sabores", algo que hace que la calidad del producto sea fundamental.

En este sentido, Ruscalleda hizo un llamamiento para que España "viaje" al exterior "con las maletas de la calidad" para consolidar en Asia la gastronomía ibérica, todavía poco conocida en comparación con otras como la francesa o italiana.

"Los orientales son muy conocedores de la calidad. No nos engañemos, no les podemos vender cualquier cosa", insistió la chef, reconocida con galardones como la Cruz de San Jorge, la máxima condecoración catalana, o el Premio Nacional de Gastronomía.

Según Ruscalleda, en la actualidad se vive "un renacimiento internacional de la cocina" en el que ha intervenido el español Ferrán Adriá, quien en la última lista que elabora la revista "Restaurant Magazine" ha sido destronado del número uno por el restaurante danés "Noma" de René Redzepi.

La catalana opinó que ello refleja la aparición de nuevas "flores" gastronómicas, con conceptos que "posiblemente salgan desde ''El Bulli'' y salpiquen al mundo entero", dijo, tras elogiar el "genio creativo" de Adriá.

Los nuevos nombres de la cocina contemporánea "son flores quizá regadas por ideas de Adriá", concluyó.