Vale que eso de la cocina creativa supone una apuesta y un propósito orientado a descubrir y potenciar nuevos horizontes culinarios, una fórmula que en algunos casos sirve para vestir bien (que no es el caso), y cierto es que en estos tiempos resulta casi obligado reinventarse, si se quiere hasta contaminarse a partir del mestizaje, pero, eso sí, sin perder la verdadera esencia, en definitiva, sin olvidar el fundamento, es decir, los orígenes.

Este principio es, precisamente, el que guía la propuesta que se brinda a diario en la Tasca Mesón Cachafeiro (C./ Capitán Gómez Landero, 13, en la trasera de la Plaza de Toros; 922 27 10 08).

Con Lola y Eli aplicadas en mantener bien vivos los fogones, al tiempo que Antonio y Jose permanecen bien atentos a lo que sucede en la sala, los aromas de la carta despliegan su particular atractivo.

En el capítulo de entrantes destaca una ensalada de canónigos con salmón, acompañada de tomate, aguacate, queso Roquefort y salpicada de nueces. Las mezcla de los aceites, además ese punto preciso que imprimen la menta y la albahaca, desemboca en un sabroso plato, plagado de frescura, que se degusta con placer, sin desmerecer la alternativa de otra ensalada donde priman las vieiras y las nueces.

Con todo, son las sugerencias del día las que acaso pueden orientar mejor las apetencias del cliente que, entre una variedad de opciones, puede escoger entre un revuelto de gulas, setas, gambas y serrano, o bien decantarse por unas bombas de bacalao en salasas de langostinos, o bien apostar por la sabrosura de las tostas, ya sean de morcilla, cabrales y escalivada, como también las de ibéricos o de anchoas sobre piquillo.

A propósito de los pescados, un lomo de bacalao, preparado al punto de sal y perfectamente "escoltado" por unas judías blancas -en la carta lo definen como Bacalao a la Llauna- se reivindica por sí mismo, y otro tanto puede decirse del bacalao al ajoarriero o de las dos sanfainas.

Las carnes también cuentan con un espacio definido. Así, el solomillo a la mostaza antigua, acompañado de una guarnición de papas, berenjenas y pimientos, se saborea con naturalidad, de igual modo que unos escalopines rellenos de aguacate y gambas.

Basta con sentarse a la mesa.