Permitan un fugaz recuerdo como prólogo a este análisis de fin de año o año nuevo, como se prefiera.

Allá por mis tiempos universitarios en Periodismo acudí a un concierto de Simon y Garfunkel en el Vicente Calderón. Cinco horas de espera y cuando el dúo se arrancó... a mí me pareció que eran dos "cachos de cartón"; sin gesticular, sin alma... una hora justa.

Por la noche, en un programa de la emisora de radio del colegio mayor, expresé mi parecer ante un invitado de excepción: José Antonio Abellán, que me espetó con que yo no tenía ni idea.

¿Ni idea como para saber, yo, lo que había visto con mis ojitos? ¡Vamos, hombre!

En facetas como la culinaria o la de vinos, podríamos aplicar el símil. Hay gustos como propuestas de cocina y de bodega, y viceversa, y cada cual vibra con lo que le satisface. Un asunto de lo más personal.

Es ahí donde puedo insertar el hilo conductor que anuncia un título que habla de un factor, el de la sorpresa, que ha dado un giro casi de 180 grados en asuntos de fogones.

Salvo los grandes y, por lo general, mediáticos chefs, esos que presentan sus creaciones en los importantes foros internacionales, la vanguardia se ha ido desinflando -entiéndase que a nivel de amplia opinión pública y no masa crítica- ante una vuelta a los planteamientos de corte "más o menos clásico".

Vamos a generalizar, entonces. Si hace un quinquenio muchos suspiraban por unas espumas o esferificaciones a lo Adriá, salvo los tradicionalistas inexpugnables, hoy en día el factor sorpresa, créanme, es encontrar interpretaciones puristas del recetario. Lo viví en San Sebastián hace poco con un grupo que se llevó esa sorpresa tan positiva con un lenguado, unas kokotxas o un changurro en la tierra de los Aduriz, Arzak, Berasategui,... Factor sorpresa de encontrarse platos buenos y contundentes de siempre.

Sobre la tapa no tengo mucho en que hincar el diente. Bendecida por Ferrán Adriá, es la fórmula perfecta de acercamiento a unos replanteamientos que siempre admiten producto, coherencia y creatividad. Está por demostrar la efectividad en Canarias, aunque por lo observado en 2011 en varias de esas rutas por municipios patrios, la cosa empieza a cobrar raigambre. Eso sí, hay éxito cuando el género es del nuestro.