La Tasca La Bicicleta fue, en su tiempo, una pequeña venta y también hizo las veces de puesto de correos desde el que se repartía la correspondencia de la zona. En su fisonomía son todavía visibles las trazas de aquella época, sobre todo en esa balanza antigua, destinada a pesar los alimentos del pequeño comercio, y que ahora descansa su sueño sobre el mostrador, convocando un sinfín de nostálgicas miradas.

Y al fondo, en el aparador que se recuesta plácidamente sobre la pared, cuelgan aún un par de escobas de caña; unas alpargatas con suela de lona; paquetes de garbanzos y lentejas... El contraste, pero bien atemperado, lo ponen las imágenes inspiradas en el mundo de la bicicleta y unos acordes de jazz.

Víctor y Ángeles, pareja también en la vida real, son unos excelentes anfitriones que reciben a la clientela con una sonrisa y abren las puertas de su modesta tasca con el propósito de agasajar.

En lugares así puede asegurarse que la relación calidad-precio se ajusta fielmente a lo que uno se lleva a la boca.

Desde los montaditos (de anchoas, pescado o queso con mermelada de cebolla), hasta un reconfortante potaje de trigo de raíz palmera, ideal pa'' sentar las madres y bien acompañado por gofio de la molienda de Las Canteras, la propuesta de los platos más caros de la carta no supera el precio de los cinco euros, a saber: un buen cherne encebollado; potas en salsa; solomillo con nata y champiñones, croquetas o el pollo al curry.

Y en la carta ciclista también destaca un pelotón de sabrosas raciones agrupadas en un original escaldón de pescado con mojo verde; costillas asadas; judías del país; habichuelas con bacon; ensaladilla; ensaladas variadas; quesos canarios (Maxorata y de Flor de Guía)...

¡Ah! y el vino es de aquí, un tinto de Santa Úrsula que se deja querer. ¡Salud!