¿De dónde diría usted que proceden las mejores nécoras? ¿Galicia, Asturias, Cantabria...? ¿Y las mejores centollas? Ardua cuestión, que en mi opinión carece de respuesta, pero que hemos tratado de dilucidar en una reciente cata celebrada en la atractiva y acogedora villa cántabra de Noja.

El jurado, formado por una veintena de personas, decidió por mayoría que las mejores nécoras que se sirvieron fueron las de la propia Noja, mientras que en lo tocante a las centollas se impusieron las asturianas; en ambos casos, el producto gallego quedó en tercer lugar. Nada más lógico. Las nécoras locales llegaron al restaurante en el que se ofició la cata prácticamente por su propio pie, mientras que a las otras hubo que traerlas. Y, más que un origen determinado, que sí, lo que marca la diferencia es la proximidad. Recuerdo alguna enconada discusión sobre la calidad de las cigalas de muy distintas aguas, con partidarios irreductibles de las desembarcadas en la lonja de Palamós, en la de Huelva o en la de Marín.

Cómase usted sus recuerdos... y, en la práctica, procure consumir un producto que no haya tenido que desplazarse demasiado lejos para llegar del mar a su mesa. La proximidad, que debería garantizar la frescura, es un valor que hay que considerar a la hora de elegir, que entre nécoras no hay muchas diferencias.