Aunque esta bodega, ubicada en el municipio sureño de Candelaria, cuenta tan sólo con cinco años de existencia, ya puede presumir -y con orgullo- de atesorar una medalla de oro en Agrocanarias, la concedida a su Tinto Calius en la última edición de este prestigioso certamen.

Y, a propósito, valga este galardón para ir desterrando esa falaz idea según la cual al sur de la Isla le corresponden los blancos, mientras el Norte hay que considerarlo como zona exclusiva de los mejores tintos. En ambas vertientes se dan excelentes vinos y el trabajo de los viticultores, además de una constante formación e innovación, ha sabido acomodar las uvas a los terrenos de barlovento y sotavento, contraviniendo desde óptimos resultados los dictados de una ingenua tradición.

Lo cierto es que tras estos prometedores comienzos, en Bodegas Cándido Hernández Pío continúan laborando y barruntando todo un mundo alrededor de la viña, un universo ilusionante que está cuajado de proyectos y pruebas; de ilusiones y esa variada mezcla de sensaciones que, con cada vendimia, va tomando el color claro de las certezas.

El bodeguero y "alma mater" de esta explotación vitivinícola, Cándido, muestra con orgullo las extensiones de viñedos, dispuestas en espaldera, que se pierden en ordenadas hileras, ocupando los terrenos de una finca que se nutre con metros y metros cúbicos de tierras traídas desde distintos puntos de municipios como La Matanza, La Victoria, El Sauzal... Y ahora, una vez cubierto el tiempo de la poda, Cándido mira los ojos de las varas, como lo haría un niño, y le brillan las pupilas a la vista de los racimos, preñados, pequeños frutos que sin embargo parecen anunciar -si Dios quiere- una abundante cosecha.

No esconde que los errores de su vida han sido "comprar tierras y tener estos políticos", y reivindica que no es de recibo que la burocracia y la dictadura de las normas le impidan trabajar sus tierras como le gustaría y producir, "porque todo son cortapisas".

Sin embargo, la viña le devuelve la sonrisa y enumera, casi señalándolas, uvas como la tempranillo, castellana, bujariego tinta, merlot, gual y la ni puta madre, unas cepas desconocidas, de las que nunca se ha averiguado su identidad, y así bautizadas por Eladio, un ingeniero amigo de este bodeguero, quien no duda en afirmar que la diferencia de sus vinos está en esos varietales que los convierten en vinos del Valle: blanco seco, tinto y tinto reserva.

En Bodegas Cándido Hernández Pío, la riqueza de la tierra está envuelta en abrazos de cristal.