RELEÍ UNA entrevista que en su día Joaquín Mesa dedicó al periodista recientemente desaparecido Manuel Iglesias en la revista "Vía", en la que diferenciaba, por conveniente, el término gastronomía del de cocina.

El primero abarca el estudio y la explicación razonada de la alimentación humana en sus planos económicos, sociales, costumbristas... Por tanto, el periodista gastronómico es el que capta el panorama del sector como observador de los acontecimientos y expone sus conclusiones e información de forma razonada.

En la cocina, "grosso modo", entran aspectos de técnicas y manipulación de la materia prima, algo en lo que el profesional de los fogones suele estar pero que a años luz de los periodistas. Sería deseable, claro está, que para los tiempos actuales brotase un grupo de finísimos periodistas-críticos, formados específicamente para ello. Complicado. Pero, desde los que escribían cuatro letras, gente de la alta alcurnia con paladar afinado (¿?) desde la cuna hasta los informadores de secciones y revistas especializadas ha habido progreso.

Decía Iglesias que los periodistas que se metieron en esto de la gastronomía por hobby, por convicción, o por las dos cosas (menos para tragar y beber) han de persistir su labor procurando el comentario certero. Se añadiría, también, templanza para no perjudicar a personas y proyectos.