CUANDO DE NIÑO estudiaba Geografía, me sentía fascinado por los grandes ríos del mundo.

Fui creciendo, y me di cuenta de que en el Viejo Continente había ríos que llevaban menos agua y eran menos largos que los grandes cursos fluviales de otros continentes, pero en cuyas riberas se producía otro tipo de líquido: se hacían grandes vinos. El Rhin, el Loira, el Ródano, el Garona...

En España, el Ebro, el Duero y, naturalmente, los ríos gallegos... Y los del albariño: el bajo Miño, del Condado a O Rosal; el Ulla de Macías, Rosalía y Cela y, sobre todo, el Umia, saltarín y travieso en Caldas de Reis y que luego cruza concellos tan sonados en los vinos de las Rías Baixas como Meis, Ribadumia y Cambados.

A Cambados iremos todos los amantes del albariño el primer fin de semana de agosto, como hacemos desde hace ya más de medio siglo, a festejar al albariño. Una fiesta que impulsaron, allá por los años 50, Álvaro Cunqueiro, José María Castroviejo y Manuel Fraga, y que cada año reúne en la capital del Salnés, que es la cuna del albariño, a decenas de miles de personas que circularán, catavinos en mano, entre las casetas de las distintas bodegas.

Nosotros estaremos un año más, y van veinticuatro, en el jurado de la cata anual, en sus dos sesiones: la cata prima, eliminatoria, y la cata derradeira, a la que sólo llegan doce vinos y en la que se elegirán los tres mejores.

El Consejo Regulador de la Denominación de Origen Rías Baixas ha calificado de "muy buena" la cosecha del 2011. Lo veremos este fin de semana.

Son los vinos del fin del mundo, los vinos del mar, con un casi imperceptible toque salino, que, lógicamente, se entienden a la perfección con la fauna marina, desde las ostras a los percebes y las centollas, desde los lenguados a las lubinas y los rodaballos.

Vinos, por fin, sin complejos, que pueden plantarle cara, con respeto pero sin achicarse, a los grandes blancos europeos, por la sencilla razón de que el albariño, los albariños, forman parte de la elite de los grandísimos blancos de Europa. Benditos ríos Umia, Ulla y Miño, fuentes de tantas delicias.