La utilización del icono de la nutrición canaria en una restauración de "empaque", vamos a llamarla así, continúa siendo testimonial, toda una pena, porque puede dar juego y sabores primigenios que nunca se obtienen con harinas al uso.

Hace poco conversaba con unos de los reposteros del momento, el televisivo David Pallás, que presidió el jurado del I Campeonato de Canarias de Pastelería-Grupo Harinalia y, sin tirarle yo del ovillo, afirmó que con el gofio se podía llegar a unos matices que muchas veces hay que "forzar" ensayando con complicadas técnicas.

Hace unos años ya, pero bastantes, una campaña de potenciación que desarrolló con primor el profesor de cocina Rogelio Quintero evidenció la extensa gama de platos basados en el gofio -no como un complemento- y en esa ocasión quedó patente que, bien interpretado, se pueden extraer alternativas asombrosas de texturas y matices.

Que recordemos todos, escasas pueden ser las experiencias culinarias que se puedan rememorar, salvo casos de mousses-estándar o helados de gofio y algún frito rebozado con una fina capa tostada, tipo tempura, que recuerda lejanamente al producto de nuestras moliendas. En mi haber, aún saboreo aquella receta del chef tinerfeño Víctor Cruz, de unos aperitivos de gofio con ponche de vino tinto. Formidables.

Por eso, la experiencia The House By Heineken, de la que se informa en estas mismas páginas dedicadas a la gastronomía cada domingo, son dignas de reseñar, fomentar y potenciar. Por cierto, mi felicitación tanto al Quanarian, el gofio de trigo de Tenerife (conocido como "barbilla"), considerado el Mejor de Agrocanarias 2016, así como a los que obtuvieron medalla.