La gastronomía, esa revolución culinaria sostenida a lo largo de dos largas décadas, ha dejado de aquilatarse en las panzas de la cocina. Actualmente, los cocineros tienen seguidores como si de deportistas de élite, actores o cantantes en el estrellato se tratase. El gran angular no solo se apresura a inmortalizar gestos de Messi o Ronaldo, o el "smash" de Pau Gasol: también apunta al chef enfundado en su chaquetilla reglamentaria, de blanco impoluto o de colorines y diseños variopintos, y a sus evoluciones durante el show-cooking de turno.

Cámara en mano, el reportero gráfico se concentra, se recrea ante el emplatado a pie de auditorio, siguiendo con estrategia felina el encuadre propicio del chef de renombre en plena clase magistral. El público va a degustar luego esa estética; la va a poder paladear con la mirada en la revista o en la tablet. Eduardo Gorostiza representa esa particularidad en la búsqueda de la reproducción culinaria más cercana al arte, que garantice no sólo lo que proclama el proverbio en cuestión, también nuestro latiguillo popular: "¡es que esto se puede comer con los ojos!".

Recuerdo una ponencia en Madrid Fusión, hace un par de años, a cargo del francés Akrame Benallal -proclamado Mejor Cocinero del Año en Europa-. Con el hilo conductor de "Audacia, técnica e imaginación", el chef inició su intervención con el espacio totalmente a oscuras. Con guantes negros y sobre mantel de ese color, iba emplatando en artísticas vajillas, sin decir palabra.

La cámara seguía la evolución de las manos, sólo visibles en la gran pantalla, mientras un violinista interpretaba piezas en directo y acordes dependiendo de cada plato. Quedaron frente a nosotros los retratos congelados, a modo de póster, de cada invento coquinario; la secuencia fotográfica había captado aquellas manos danzarinas que producían mosaicos comestibles de inenarrable belleza plástica. Esa es la idea.

Al margen de los trabajos publicitarios (con los clásicos trucos para realzar las comidas) o la fotografía de retrato-express para una nota de prensa (hay tantos compañeros impecables en estos menesteres y que aquí les rindo homenaje), "la curiosidad de explorar en formas, texturas y volúmenes culinarios constituye otra versión de saciarnos con la mirada", afirma Gorostiza.

Además de la fotografía y con dedicación al mundo del cine, documentales, cortos y vídeos, este tinerfeño "hincó el diente" a los píxeles culinarios cuando decidió aportar al blog de repostería de su madre (www.deritase.com) una serie de encuadres visuales, digamos más trabajados.

De aquella incursión se cumplen dos años y de los pasteles y postres maternos, que aprendió a contextualizar "de otro modo", Eduardo Gorostiza atrapa universos dinámicos entre punteros de la cocina como Jorge Bosch, su hermano Adrián o Marcos Tavío.

Huir de la planitud

"La sensación fue impactante; disparar para coger tal cual el motivo que tocaba para el blog o realmente plantearlo una invitación a sublimarlo; hoy con nuestro móvil podemos lograr un bonito plano cromático, listo incluso para publicar, ¿pero en realidad tiene espíritu eso?, cuestiona el fotógrafo.

"Más claro el agua. Yo me formulé la misma pregunta y me afané con el móvil; luego con mi equipo. Aquí están las dos opciones -trasladé al chef una y otra imagen-. ¡Yo quiero esta! señaló el cocinero. La segunda de ellas, claro".

De los ensayos con las formas dulces al gran salto mediante la complicidad con uno de los jefes de cocina que mejor optimizan y defienden el producto canario en el Gastroguachinche La Bola. "La circunstancia parecía que venía rodada; Jorge Bosch es mi primo y aceptamos internarnos en la fuerza estética de sus recetarios. El caso es que se desató una sinergia fantástica y aquello marcó para mí el antes y el después".

"Ya en la primera etapa me daba cuenta de algo de perogrullo: ¿cómo no tomarme la misma dedicación en mi labor que la del cocinero en la confección de su receta? Fue una revelación y la puse en práctica con las sesiones de las piezas que presentó Adrián Bosch en el certamen Mejor Cocinero del Año, en Barcelona, o las delicatessen del Niqqei de Tavío".

Como para fondo de escritorio

Fue cuando Edu Gorostiza se propuso también resolver y avanzar en su propio estudio: no sólo emplatados sino el ingrediente desde sus orígenes y en su pureza, texturas y volúmenes. Una papa de color casi con aspecto de meteorito. Secciones, rugosidades, el goteo fresco del corte de un limón, un tomate en vista cenital, granos de arroz...

Es cuando cobra fuerza la noción de exclusividad: el pulpo frito o el escaldón de Bosch o la vieja de Niqqei anuncian la expresión del chef a sus comensales, al mundo en general. "Yo quiero que mi comida salga así", manifiesta cada cocinero, que se asombra ante la reproducción artística de su obra culinaria.

Por cierto que otra de las vías de expresión que también plasma la experimentación de Gorostiza es la de la cabecera (en slider) y contenidos de www.concurcuma.com, blog profesional de quien firma estos trabajos periodísticos de los domingos.

Por consiguiente, retornamos a la noción por la cual se dice que disfrutamos comiendo y también que podemos hacerlo con los ojos en clave de fotografía; "para mí -apunta- la faceta gastronómica debe cumplir el requisito de que quedemos agasajados (en el plano visual, se entiende) como así con el plato real en el estómago cuando ya lo hemos saboreado".

Según cada cual

A la mención de cuáles son los géneros que se resisten, el fotógrafo no duda en tildar al pescado de "complicado", al igual que crustáceos como gambas y langostinos.

"Se trata de mostrar la frescura, el vigor del fruto del mar y, por ejemplo, la mencionada vieja llevó su trabajo porque la pieza era un mar de brillos. Otro que da ciertas dificultades es el ámbito de las salsas". En lo que se siente cómodo Eduardo Gorostiza es en elementos como las legumbres, las papas o las verduras.

Tal y como en realidad se planteaba este reportaje desde el mismo principio, la idea es la de que las fotos del artista entren por los ojos. Así que invito a los lectores a que se deleiten en tal menester y queden plenamente agasajados.