Estoy convencido de que no siempre hay que comer lo que se ha pensado, sino que también es conveniente pensar sobre lo que se come. No sé si es afortunado el juego de ideas pero frente a lo que compruebo a diario me dispongo a hacer hincapié en algunas percepciones con las que ustedes, apreciados lectores, pueden o no estar de acuerdo. Que para eso estamos y se admiten sugerencias.

Comentaba con un buen amigo y cocinero durante rato pausado de mesa y mantel que vivimos hoy la plaga del "gran chef dixit". Cuando todo es auténtico delirio a modo "The Beatles" (doy fe) con Jordi Cruz, Ángel León o David Muñoz (por mencionar tres), no solo parece haber remitido la "fiebre" sino que es de menú diario. ¿Hasta cuándo?

El mundo de la cocina, como es lógico, experimenta sus cambios de ciclo y persisten factores para que determinadas maneras y cátedras culinarias -ni buenas ni malas- se reafirmen en una nebulosa en la que se combina la admiración y la "incomprensión" del público como así pasa también con las estrellas del celuloide, la música o el deporte.

Claro está que la genialidad está ahí (indiscutible la de los Adriá) pero ya hay voces de cocineros que reclaman una "vuelta a la normalidad". Valga la redundancia: "¡los cocineros somos cocineros!", insisten. Un plato, un chef en rigurosa cresta de la ola se pueden hacer "viejos" vertiginosamente: lo superfluo se desvanece y permanecerá lo sólido. Yo sigo observando, dry martini anual en mano.